Los caníbales vegetarianos
En Dominica sobrevive la única tribu que escapó al exterminio colonizador
En la Reserva Caribe de Dominica llueve frecuente y torrencialmente, pero el agua escasea. Así que los 3.000 indios que sobreviven acuden a la cerveza Carib, que no se fabrica en su territorio. La importan de Trinidad, que, a su vez, importa de Dominica el agua para fabricar la cerveza.Sólo estos indios, entre los 35 millones de habitantes del arco de islas del Caribe, descienden de los primitivos pobladores y están confinados en un reducto colgado sobre la escabrosa costa atlántica de Dominica, una isla con forma de gota que no llega a los 1.000 kilómetros cuadrados.
El folleto turístico de mayor circulación en la isla se abre con un capítulo titulado: We are not the Dominican Republic (No somos la República Dominicana). Los dominiqueños no son dominicanos. El texto no explica qué son, pero sí deja claro que tampoco son indios caribes, a los que apenas dedica unas líneas.
Los indios caribes, un 4% de la población, tienen un diputado entre los 21 miembros del Parlamento y un jefe que asiste a las reuniones como invitado y escucha vagas promesas de la primera ministra. La premier es, desde hace más de una década, Eugenia Charles, una septuagenaria de color, que imita los ademanes resueltos de Margaret Thatcher y parece compartir con ella el peluquero. El 25 de octubre de 1983 tuvo sus cinco minutos de gloria, al comparecer junto a Reagan en la Casa Blanca para anunciar que 30 policías dominiqueños con gorra de plato habían invadido la isla de Granada con apoyo de 2.000 marines norteamericanos. Una biografía reciente y bastante hagiográfica se titula La dama de acero del Caribe. Sus oponentes prefieren llamarla, simplemente, Drácula. En las 300 páginas del volumen, Reagan es mencionado en 31 ocasiones. La palabra caribe no aparece ni una sola vez.
A principios de siglo, los indios fueron confinados en un rincón de la isla que la reina Victoria denominó Reserva Caribe, nombre que, para evitar connotaciones zoológicas, se cambió hace poco por Territorio Caribe. Dista 45 kilómetros de la capital, Roseau, y para llegar a él es preciso internarse por una carretera tortuosa trazada, según los indios, "por serpientes borrachas".
En todo el recorrido no existe ni una sola indicación que oriente sobre la situación de la reserva. Justo en la línea fronteriza, un letrero: "Welcome to Carib Territory. Coca-Cola".
Hillary Frederick, 36 años, soltero, tres hijos, fue coronado jefe el pasado 28 de julio, después de doblar en número de votos al segundo de sus cinco oponentes, gracias a una campaña con pasquines, fotos suyas y una vaga promesa: "Crecimiento y desarrollo". Una vez que los funcionarios gubernamentales le entregaron el cetro, los indios le rindieron pleitesía desfilando por una moqueta raída y remotamente granate, que desembocaba en una cabaña de tierra encalada y techo de zinc: la Sede del Consejo Caribe. En su muro alguien ha pintado: "500 años de mentiras de Colón y seguimos sobreviviendo". Hace 1.000 años, los caribes del Orinoco se internaron por el mar en canoas y arrebataron a los arahuacos, una a una, las islas de las Pequeñas Antillas. Sus técnicas de conquista incluían la antropofagia ritual -caníbal es un vocablo derivado de caribe-, una costumbre gastronómica que apartó de sus territorios a los europeos durante siglo y medio. Las crónicas los describen como un pueblo indómito, de feroces guerreros, avezados navegantes e implacables raptores de mujeres arahuacas.
El actual jefe caribe relata las hazañas de sus antepasados con una sonrisa desdeñosa.
Practicaban la antropofagia, pero no de un modo indiscriminado. Apreciaban mucho a los franceses por su delicioso sabor. Los ingleses y holandeses les resultaban insípidos.
-¿Y los españoles?
-Los españoles eran demasiado correosos... Francamente indigestos.
La cocina caribe no estaba exenta de cierto refinamiento. Aderezaban a sus víctimas con pimientos y otros vegetales, que embutían en sus costados antes de ejecutarlas de un estacazo. Los caribes han cambiado de dieta. Ahora consumen vegetales, frutos y algún pescado.
El jefe Frederick vacila antes de citar alguna palabra en caribe.
-Bataka, Salybia, Sineku.
-Pero esos son los nombres de tres localidades del territorio.
-Son las únicas palabras que recuerdo.
-Le hubiera sido más fácil citar: butaca, canoa, huracán, loro, mico o piragua.
-¿Ah, sí? Es que ahora ya nadie habla ninguna de las tres lenguas que teníamos. Sólo conocemos la letra de una canción que cantamos en las fiestas, pero no entendemos qué significa.
El jefe camina descalzo por su casa, una choza de placas de cemento y planchas de zinc cuyo mobiliario consiste en dos bancos de madera y una mesa de borriquetas. En ella reposa el último censo de la reserva, realizado hace una década, y un quinqué de alcohol. La electricidad no llega y, como en la totalidad del territorio, tampoco el agua.
Frederick, granjero entregado en cuerpo y alma a su comunidad, cree que el problema del agua no tiene solución y se encomienda a Manitú, el espíritu de la desgracia, el único en que creían sus antepasados, para que un huracán no destroce su huerto: unos pocos ñames, cocoteros, bananos y árboles de cacao. Mientras medita sobre la impotencia para resolver los problemas de su pueblo, se distrae cuidando un primoroso pensil enmarcado por un seto cuyas hojas le sirven para fabricar champú. La casa es como una chabola de extrarradio, rodeada de un jardincito modelo chalé adosado en medio de la selva de Tarzán.
Fue elegido por primera vez a los 21 años, así que sabe bien que sus poderes son exiguos y básicamente simbólicos frente a la abultada legislación estatal y a la arraigada tradición libertaria de su raza: "Nadie ordenaba, nadie obedecía". Su grito de guerra, "Ana carina rote" ("Sólo nosotros somos gente") expresa bien la elevada opinión que tenían sobre sí mismos. Los antiguos caribes se burlaban de los blancos por su respeto a las jerarquías y su "mentalidad de esclavos". En caso de caer prisioneros, comían barro hasta morir.
Un misionero llamado Breton elaboró el primer diccionario caribe. No consiguió incluir en él ningún vocablo que significara dios y sus únicos conversos fueron tres recién nacidos a los que bautizó in artículo mortis. Los descendientes de aquel pueblo de caníbales descreídos acuden los domingos a los oficios religiosos de varias iglesias y extraen su sustento cultivando en régimen comunal las 1.800 hectáreas de un territorio abrupto y selvático salpicado por viviendas pobres.
Tienen que adentrarse fuera de la reserva para talar, ahora con sierra eléctrica, los enormes troncos del gommie, con los que llevan siglos fabricando canoas. Todavía quedan algunos caribes, como el viejo Napoleón, que dedican un mes entero a construir una piragua ahuecando los gommies con una especie de azadón, y con piedras al rojo vivo. Es un trabajo duro y la mayor parte de los hombres se entregan a la indolencia, la pesca y a la artesanía para los escasos turistas.
Hillary Frederick cree tanto en la solución del problema del agua como sus antepasados en Dios. No hizo ninguna promesa electoral y resultó elegido.
-Seguramente, la gente valoró mi elocuencia y mi trabajo.
Si tenemos en cuenta que el jefe es tartamudo, la respuesta debe estar en la herencia de su primer mandato: las marquesinas de las paradas de autobús. Otro indio desveló la otra mitad de su éxito electoral:
-El jefe se transforma cuando habla a la multitud. Es un gran orador que sólo tartamudea en privado.
No existe ningún centro de enseñanza secundaria en todo el territorio y los contados jóvenes alfabetizados tienen que caminar 30 kilómetros diarios para completar su formación o esperar que les recoja una furgoneta, el transporte mayoritario de la isla. Pero las furgonetas casi nunca se detienen porque saben que los indios rara vez tienen con qué pagar. Pueden elegir entre emigrar o cargarse con un bebé a los 16 años y esperar que no los arrastre el próximo huracán.
El doctor Ignatius Warren Sanford es el primer y único indio caribe con título universitario de los últimos 1.000 años: "A veces me pregunto si merece la pena mantener unas tierras comunales con las que no se pueden pedir créditos y prosperar, unas instituciones propias que no aseguran la higiene y la enseñanza. ¿De qué sirve preservar la raza caribe como un pueblo de analfabetos?"
En el Territorio Caribe no hay agua corriente. Tampoco hay centros de enseñanza secundaria. El trabajo escasea. No quedan objetos rituales, armas de guerra, restos arqueológicos. La lengua caribe se ha desvanecido, y con ella, casi todas las palabras de su vocabulario.
Tan sólo queda mucha resignación y unas cuantas leyendas. Una es la de Máster Boa. La gigantesca serpiente llegó hasta Dominica cuando la Tierra estaba aún blanda y dejó sus marcas en L'Escalier Tête au Chien (en creole, escalera cabeza de perro), un bloque de basalto que asciende en zig zag desde el mar unos 200 metros. Muchos indios que la han visto afirman que Master Boa tiene un diamante en el cogote y habita una cueva de la Morne des Trois Pitons (cordillera de selva espesa con tres grandes picos). Algunos tienen el poder de citarla y le obsequian alcohol y tabaco. Conocen las palabras que la hacen reptar fuera de su guarida y provocan sus valiosos vómitos, ricos en sustancias que dan fuerza y curan todas las enfermedades. Cuando la serpiente abandone definitivamente su refugio y se muestre a los extraños será el fin del mundo.
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