La inevitable orejita
Cayó la orejita, faltaría más. Esto de las orejitas parece inevitable: unos cientos de amables conciudadanos (quizá no tantos) sacan el pañueluco, lo agitan, chillan, llaman burro al presidente, y va el presidente y concede la orejita. Los presidentólogos dicen del presidente que concede la oreja por dos motivos: primero, porque es un demócrata y satisface la voluntad popular libremente expresada; segundo, para amimar al torero.Ambas razones son asaz discutibles, naturalmente, y se rebaten con las siguientes argumentaciones: primera, mientras satisface la voluntad popular de unos cientos de amables conciudadanos libremente expresada (quizá no tantos), frustra la de cinco o seis mil, parte de los cuales están en contra y otra parte no ha dicho este pañuelo es mío ni esta boca es de mi señora, aquí presente; segunda, si de animar se trata, lo que el presidente puede hacer es gritarle al orejeado presunto "tócale, pónsela, despasito pepeluí, despasito pepeluí, ¡amonó!", lemas todos ellos que los banderilleros de la neotauromaquia emplean para animar a quien dice ser su jefe de cuadrilla sin que jamás se le haya visto ejercer semejante empleo.
Vergara / J
Romero, Gallego, A. RomeroCinco novillos de Hermanos Vergara (uno devuelto por inválido), bien presentados -tres últimos con gran trapío-, encastados. 5º sobrero de Palomo Linares, bien presentado, encastado. Jesús Romero: estocada y descabello (aplausos y salida al tercio); media y rueda de peones (oreja con protestas). Pepe Luis Gallego: media tendida trasera, rueda de peones y descabello (algunas palmas); espadazo enhebrado -primer aviso-, dos pinchazos, media, estocada -segundo aviso- y cuatro descabellos (silencio). Alfonso Romero, de Murcia, nuevo en esta plaza: pinchazo, estocada corta, descabello -aviso-, descabello y se tumba el novillo (silencio); estocada caída (silencio). Plaza de Las Ventas, 14 de agosto. Menos de media entrada.
Hay muchos rasgos inevitables dentro de ese girón híbrido de lidia en que tienen convertida la fiesta los banderilleros, los matadores, los ganaderos, los empresarios y los presidentes de la naotauromaquia. Por ejemplo, convertir los ayudados en colofón de las faenas de muleta. Jesús Romero lo hizo en la orejeada y le salió un pequeño churro. Antes había toreado con valentía e ilusión, y si las tandas no le salieron con el acabado ajuste que demanda el arte, quizá se debió a que el serio novillo desarrolló la temperamental embestida propia de los toros de casta. Al primero, medio derrengado y atontadillo, le ensayó Jesús Romero los naturales empleando el canon del toreo clásico, merecedor siempre de agradecidos reconocimientos.
El pico es asimismo inevitable en el toreo contemporáneo y Pepe Luis Gallego lo empleó a fondo. En realidad dio todo un recital, metiendo oblicua la muletaza en todo el pitón contrario. Careció de lógica que empleara semejante ventaja para aliviar la dulce embestida del primero de su lote, y aunque el otro sacó más encastada vivacidad, se le fue también sin torear, y casi sin matar. La paradoja estuvo en que Pepe Luis Gallego exhibió durante el primer tercio categoría de buen lidiador, fijó mediante eficaces capotazos al sobrero, que salió problemático, y lo llevó muy bien al caballo.
Los toreros son tan contradictorios como todo el mundo y lo mismo pueden parecer fenómenos de la naturaleza que torpones pegapases. Depende de los días. El debutante Alfonso Romero dio la sensación de pertenecer a la segunda opción, pues se ponía a pegar derechazos sin mesura ni temple, y lo achacaba el público a que está verde. Con toda probabilidad esa será la causa, mas pudo observarse que se cruzaba en los cites y esta es una forma de torear muy clásica y muy auténtica que casi nadie practica ya, incluidas las figuras. Sorprendentemente el fuera-cacho inevitable no se perpetró, gracias a un joven e inexperto novillero.
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