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Las llagas de Mostar comienzan a cicatrizar

La capital de Herzegovina resurge con la protección de los 'cascos azules' españoles

El centro de la capital de Herzegovina sigue siendo un amasijo de ruinas, pero entre los escombros y los sacos terreros que protegen antiguas posiciones militares se cuelan ahora los primeros resquicios de vida. Los clientes más atrevidos se sientan en las terrazas de las cafeterías recién reabiertas, los primeros bañistas se zambullen en las aguas del río Neretva y hasta algunas tiendas de recuerdos han levantado el cierre y ofrecen, junto con postales y llaveros de la Virgen de Medjugorje, un nuevo artículo: colas de obuses de mortero.Dividido en un sector, Este, en manos de la Armija (Ejército musulmán), y otro occidental, controlado por la milicia croata del HVO, y con los serbios apostados en el monte Crna, que domina el casco urbano de 80.000 habitantes, Mostar ha sido uno de los lugares de Bosnia donde se han librado combates más encarnizados hasta que a finales de la primavera la Unión Europea (UE) se ha ido haciendo paulatinamente cargo de la ciudad, que administra en su nombre el alemán Hans Koschnick.

La Agrupación Córdoba, el contingente español de cascos azules, se ha encargado de hacer cumplir el acuerdo de desmilitarización de los 200 kilómetros cuadrados del área metropolitana. "Las tensiones son ahora menores entre ambas comunidades, acaso estén dejando de odiarse, pero todavía se consideran mutuamente como enemigos", explica el general Manuel de Lara Cimadevilla, asesor militar del alcalde Koschnick.

Las tareas de las dos compañías del Ejército español desplegadas en la ciudad se han modificado. Se acabó el recolectar cadáveres que ningún beligerante se atrevía a recoger, tampoco actúan ya como fuerza de interposición. Su misión consiste ahora en quitar los escombros de las calles, desmontar las barricadas y volar las minas que los artificieros de la Armija o del HVO no consiguen desactivar.

La Agrupación Córdoba está también dedicada de lleno al restablecimiento de los servicios básicos, empezando por el agua, la luz y el teléfono, sobre todo la zona este, la más castigada de la ciudad. "Algunas son labores que en ninguna escuela militar nos habían enseñado, pero poco a poco vamos aprendiendo a hacerlas", afirma orgulloso el teniente coronel Antonio León.

La precaria tranquilidad vigente y el empeño reconstructor de los cascos azules españoles han devuelto algo de vida a Mostar. Bajo la autoridad de Koschnick funciona una especie de consistorio municipal multiétnico. Son 17 miembros, incluidos sendos alcaldes para cada comunidad, pero a pesar de la creación en marzo de una federación entre croatas y musulmanes de Bosnia es prácticamente la única institución común.

Aunque han vuelto a luchar juntos contra los serbios, croatas y musulmanes siguen manteniendo mandos militares diferentes que algún día deberán fusionarse. "Esto no está previsto que suceda con la tropa, aún muy marcada por meses de cruentas luchas", explica un capitán español.

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Ni siquiera la libre circulación entre ambos sectores de la ciudad está aún garantizada. Deseosos de aprovechar los servicios de la zona oeste, mejor abastecida, los musulmanes desean cruzar. Sin embargo, los croatas imponen un cupo diario de 200 personas (ancianos, mujeres y niños) para atravesar los puentes provisionales tendidos en el Neretva por los ingenieros españoles.

"No sólo faltan puentes de hierro, faltan puentes humanos para la reconciliación", lamenta el general Lara. A pesar de estas trabas, cree que Mostar es "un ejemplo esperanzador" para el resto de Bosnia, todavía asolada por la guerra. El comandante de las fuerzas de la ONU en Bosnia, el general británico Michael Rose, se inspiró en el modelo de Mostar cuando propuso, el pasado día 8, crear en tomo a Sarajevo una auténtica zona desmilitarizada y no sólo una zona de exclusión de las armas pesadas.

Risas en castellano

La mezcla de los soldados españoles con la población civil, sobre todo la musulmana, y la activa presencia de dos organizaciones humanitarias españolas, Médicos del Mundo y Movimiento para la Paz, el Desarme y la Libertad (MPDL), hacen que Mostar Este, y sobre todo sus niños, hablen español hasta el punto de que críos con siete u ocho años han actuado a veces como intérpretes improvisados entre el contingente español y los mandos locales de la Armija. "Lo que mejor manejan son los tacos", matiza, sin embargo, un oficial español.Sus buenos motivos tienen para haber aprendido el idioma de Cervantes. El MPDL ha puesto en marcha programa de distribución comida a los 7.000 jóvenes edad escolar croatas y musulmanes y en el sector oriental de la ciudad ha abierto un orfanato con 50 niños donde se alimenta y se proporciona atención psicológica a otros 100. La comida es española y las risas también. Un equipo de Payasos Sin Fronteras actúa estos días en la ciudad.

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