Una Casa de España en el infierno
La residencia de Médicos del Mundo en Goma se ha convertido en punto de cita de los cooperantes hispanos
ENVIADO ESPECIAL En pleno piélago de miasmas, infección y polvareda, en el horror remoto de la frontera de Zaire con Ruanda, hay un lugar donde uno puede tomarse una cerveza y escuchar un chiste amable en español. Hasta tienen jamón serrano. La residencia de Médicos del Mundo en Goma se ha convertido en una oficiosa Casa de España, y todo hispanohablante acaba recalándo allí, un alojamiento a base de catres de campaña y sacos de dormir para la veintena de sanitarios y logistas de la expedición.
Los tres logistas procedentes de la Guardia Urbana de Barcelona -Xavier Vilaró, Luis Jiménez y Pedro Roigé- no sólo descargan aviones y arreglan cualquier cosa. También se las han ingeniado para montar una ducha en el patio con bolsas de agua y cuerdas. Ahora mismo hay seis médicos y ocho enfermeros que se distribuyen el trabajo en turnos, y vuelven sucios y rendidos del tajo en el campo de Mugunga.
La tarea es dura y se desarrolla en condiciones casi indescriptibles. Quien no tose padece diarrea, o tiene un pie carcomido por los piojos africanos. Pero humor no falta, y el ambiente es magnífico. "Enseguida nos hemos convertido en una peña de amigos% comenta el agente Luis Jiménez, que se ocupa de conseguir comida y todo lo necesario para que el resto del grupo pueda alimentarse y descansar.
Ahora andan todos atareados en el montaje de dos centros de nutrición en el campo de Mugunga, en los que esperan atender a unos 300 niños. Hacen falta plásticos, clavos, madera, cosas simplísimas en el mundo desarrollado, pero escasas y caras en el apocalíptico desastre ruandés. También habrá que tener a mano y bien controladas las medicinas y la comida que aporta la Agencia Española de Cooperación Internacional.
La última incorporación a la Casa de España es Huanbere, un niño ruandés de unos cinco anos que les fue entregado el lunes, agotado y al límite de la desnutrición, por un grupo francés, para que lo depositaran en un orfanato. Era ya tarde, y los españoles pensaron que podía pasar la noche con ellos. El martes seguía ahí, callado y feliz, absorto ante descubrimientos como la televisión o los relojes, mimado por todos, hasta que por la tarde llegó el mal trago de la inevitable,Separación.
Octavi Quintana, médico barcelonés, especialista en bioética y coordinador de Médicos del Mundo en Goma explica la situación: "Es la primera vez que desarrollamos un trabajo autónomo respecto a la central francesa de la institución, y debemos hacer un buen papel. Los millares de pequeñas donaciones que hemos recibido en España han de dar el máximo rendimiento".
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