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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La OTAN actúa

AVIONES DE combate de la OTAN atacaron ayer diversos objetivos militares de los serbios de Bosnia en los alrededores de Sarajevo. La operación fue una respuesta a una escalada de las provocaciones de las fuerzas de Radovan Karadzic contra las fuerzas de la ONU tras rechazar de nuevo el plan de paz presentado por el Grupo de Contacto, formado por EE UU, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania. El detonante de la represalia militar de la OTAN fue el asalto de las fuerzas serbias a un depósito donde se hallaban almacenadas algunas de las armas pesadas que habían entregado bajo el ultimátum de febrero pasado y el consiguiente ataque serbio a un helicóptero francés bajo bandera de la ONU.Tiene su lógica la huida hacia adelante de los serbios en Bosnia con su asalto al depósito de armas. Según los cálculos que, sin duda, se barajan en Pale, los ataques realizados por aviones de la OTAN harán aún más insoportable para las fuerzas armadas -y parte de la población- de Serbia el aislamiento que quiere imponer Milosevic a los serbios bosnios para evitarse él nuevas dificultades. Impedir que Belgrado se desmarque ahora de la suerte de quienes, al fin y al cabo, han actuado bajo sus órdenes durante toda la guerra es el principal objetivo de esta nueva escalada. Y, decididos ya a no aceptar el plan, saben que necesitarán las armas para un nuevo asedio a Sarajevo.

Sin el apoyo de Serbia, Karadzic y MIadic no pueden seguir indefinidamente la guerra. Contra una alianza entre el Ejército bosnio, de mayoría musulmana y croata, crecida con la paulatina llegada de nuevas armas, podrían perder a medio plazo más del 20% que habrían de entregar según el plan de paz que se empeñan en rechazar. Pero es difícil creer que el mando militar en Serbia observe impasible el total aislamiento de sus hermanos de armas, con los. que han combatido hombro con hombro contra croatas y musulmanes en estos dos años y medio.

El presidente de Serbia, Milosevic, tiene ahora una excelente oportunidad para demostrar a la comunidad internacional que va en serio cuando anuncia sanciones contra los líderes serbios en Bosnia, antes sus protegidos. Debe invitar de inmediato a observadores de las Naciones Unidas para que tomen posiciones en los puentes sobre el Drina y el Sava, en la frontera entre Serbia y las tierras ocupadas por los hombres de Radovan Karadzic. Éstos podrán comprobar sobre el terreno si el cierre de dicha frontera es algo más que un nuevo espectáculo para los medios occidentales, mejorar la imagen de Belgrado y evitar a toda costa nuevas sanciones que podrían hacerle la vida extremadamente difícil al régimen de Milosevic.

Si no lo hace, es la ONU la que debería solicitar a Belgrado su inmediato desplazamiento allí para testificar sobre el cumplimiento de las novísimas buenas intenciones del presidente serbio. No sería la primera vez que Milosevic anuncia sanciones contra Pale y después sigue suministrando masivamente las armas, el combustible, los alimentos, en ocasiones las tropas regulares y siempre los grupos de bandas de irregulares que han servido para provocar las matanzas en Bosnia y la ocupación del 70% de su territorio. Ahora puede ser distinto. La situación ha cambiado.

Tiene toda la razón Milosevic cuando en su comunicado condenatorio de la dirección de los serbios bosnios les reprocha no obedecer a quienes desde Belgrado han hecho posible que exista la autoproclamada Republika Serpska. Desmiente así él mismo toda su inverosímil propaganda sobre la no implicación de Serbia y Montenegro en la guerra en Bosnia.

La amenaza de nuevas sanciones por parte del. Grupo de Contacto (EE.UU, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania) contra Serbia había adquirido credibilidad en los últimos días. Y como siempre que una amen a ha sido creíble, Milosevic ha cedido. Por convicción o para ganar tiempo. Pero da lo mismo. Sólo cabe lamentar que estas amenazas verosímiles no llegaran antes. Quizás hubieran salvado miles de vidas.

Milosevic quiere hoy, como ayer, la unificación de todos los territorios ocupados por las fuerzas serbias en Croacia y Bosnia con Serbia. En esto sus fines no difieren de los de Karadzic. Pero sí los métodos y las prioridades. Milosevíc parece harto de que la impaciencia de Karadzic y sus caudillos de la guerra arriesguen nuevas sanciones contra Serbia y Montenegro y pongan así en peligro a su propio régimen.

En los próximos días habrá que esperar a la reacción de las fuerzas serbias bosnias y del régimen de Serbia a la operación de la OTAN. Habrá que estudiar la forma de aumentar la seguridad de los cascos azules en la región. Y también comprobar si la decidida acción de las fuerzas occidentales ha sido una operación aislada o si realmente existe ya un consenso general para acabar con la impunidad que tanto tiempo han gozado Karadzic y su gente.

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