Ruanda, capital: Kigali
De niño, cuando estudiaba geografía, recuerdo que a mis compañeros y a mí nos hacía gracia el nombre de la capital de Ruanda, Kigali. Era una voz que nos provocaba sonrisas. Ahora es un grito que transmite y produce horror. El corazón de los ruandeses sale dinamitado por sus gargantas. El nuestro salió en un estertor por el esfínter anal, con perdón.- Dos electrocardiogramas planos: uno, el de los ruandeses muertos; otro, el de los europeos vivos. Lo que ocurre en Ruanda, no ay duda, es una vergüenza para sus propias gentes, ejecutores y víctimas de sus masacres, pero, ¿qué hay de los que pueden y no quieren, quizá para no evidenciar la cizaña que sembraron otrora? Europa es como ese tipo que no se acerca a un moribundo por no mancharse de sangre, y se aleja de él para que su lebrel obre totalmente relajado, lejos de los gemidos del otro.
Si a las sociedades europeas les importara la guerra civil de este país, o las de otros, le importaría a sus gobernantes. No se trata de levar el prestigio de tal o cuál Gobierno, sino de algo tan elemental como salvar vidas, saltándose las frivolidades de la retórica y la diplomacia con pases largos. Para os muertos es tarde; para los vivos, mucho se puede hacer aún; se puede hacer todo. Si Europa no hace otra cosa que sacarse un chavico del bolsillo, mientras camina hacia su ágape, habrá demostrado, una vez más, que tiene un concepto erróneo de la humanidad, que la pobreza no es asunto suyo, reflejo de lo que ocurre dentro de casa, y que, por tanto, seguirá siendo carne de cañón, en sus propios conflictos internos cada vez más violentos.
Hoy día, las voces que me producen risa, en medio de una mueca de escalofrío, son Londres, París, Madrid, Roma, Bonn.- José Luis Lozano.
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