El temor de los argentinos
El atentado contra el centro hebreo evoca actitudes antisemitas del pasado
Inevitablemente, la voladura de la mutua israelita de Buenos Aires recordó al argentino viejo los desfiles antijudíos de la Legion Cívica reclamando patria y horca, y en algunos corros de las sinagogas del barrio de Once los responsos por los 95 muertos se alternaron con la evocación de las correrías porteñas de Alberto Ezcurra Uriburu instando al degüello. El antisemitismo acaudiIlado por salteadores de cincha y pezuña desapareció de escena, pero las juderías argentinas temen que el terror active otros odios o malquerencias aún al acecho."Nos preocupa que la gente termine asociándonos con el peligro", dice Sergio Widder, responsable del centro Simon Wiesenthal en un país con aproximadamente 500.000 nacionales judíos. Sorprende la ausencia de una patrulla policial en la puerta de este significado organismo mientras se refuerzan vigilancia y retenes en las escuelas e instituciones del credo. Widder reconoce que no son las oficinas definitivas. "Estamos de prestado". Apalabrar un alquiler no es fácil, ni sencillo situar sin protestas: la nueva Embajada de Israel tras el atentado que hace dos años destruyó sus instalaciones.
No es cómoda tampoco la escolarización de los hijos entre cambios de guardia, sobresaltos, amenazas, simulacros de evacuación o desactivaciones de cuajos de plastilina; algunos padres cambian de colegio, entre el profesorado se producen abandonos y, con la explosión de los últimos 200 kilos de amonal, muchos pisos salen a mitad de precio.
Hay miedo todavía. La prensa se ocupa del tema con pasión porque el golpe del día 18 fue terrible e inesperado, y ha levantado ronchas políticas y sociales. Un chaval daba por sentado que "antes era un argentino de distinta religión, ahora voy a ser un judío". La noche del pasado jueves, un centenar de familias de la escuela católica Madre Admirable se manifestaba en parada antorchada contra la Embajada de Egipto, inaugurada a pocos metros del solar que ocupó la legación israelí. "Mañana las cosas cambian y el bombazo puede ser contra los egipcios", se señalaba en la concentración.
El grueso de la sociedad argentina reaccionó espantada y diligentemente contra la agresión y el aislamiento de sus compatriotas en desgracia; la dirección de la comunidad judía se manifestó satisfecha por la envergadura de las movilizaciones y el Gobierno ha propuesto la modificación del Código Penal con la inclusión de penas de hasta 25 años para delitos de terrorismo. No se observa, sin embargo, ese cerrado agrupamiento de fuerzas cuando se trata de reclutar apoyos prácticos en la convocatoria contra la quiebra de la solidaridad y el gueto.
"Esto que voy a decir es muy grave", advertía un presentador de televisión, "pero así se empezó en Alemania". Se refería las respuestas escuchadas en una encuesta de su cadena con vecinos contrariados por la cercanía de la sede provisional de la Asociación Mutual sraelita Argentina (AMIA), protegida ahora con una barrera de cemento y acero. "Se comienza diciendo que ese rechazo no significa ser antisemita, pero se acaba pintando una esvástica en la puerta", añadía el periodista.
En los últimos 22 años se han producido 30 atentados antisemitas en Argentina. Widder admite la posibilidad de que cuadrillas de neonazis pinchauvas, grupos de la extrema derecha o siniestros sobrevivientes de la dictadura traten de instrumentalizar ese temor ciudadano a compartir domicilio, aulas o negocios con miembros de la comunidad atacada..Y no se descarta que, de continuar el bombardeo, quienes ahora evitan a los judíos huyendo del amonal emparenten un día con comportamientos racistas y lleguen a suscribir lasproclamas que en tiempos calificaban a aquéllos de malos cristianos y ruines, y pedían su apartamiento como individuos sin patria ni hogar, asentados en Argentina para arruinar con su competencia desleal a los comerciantes honestos y sinceros. No hace tanto, el presidente de la Cámara de los Diputados, Alberto Pierri, llamaba "judío piojoso" a un periodista.
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