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Cambios en los ecosistemas marinos causan la proliferación masiva de medusas en las playas

Barcelona y Huelva son las zonas que han resultado más afectadas este verano.

Siempre se las espera, pero desde hace dos años las medusas tapizan como nunca las playas mediterráneas. Las costas de Barcelona y Huelva están siendo este verano especialmente afectadas. Su proliferación, explican los expertos, se debe a los cambios en los ecosistemas marinos. Al disminuir sus depredadores naturales, las tortugas y los túnidos, estos primitivos invertebrados se multiplican a sus anchas por millares. Aunque su picadura no es mortal, conviene conocer sus movimientos para evitar molestas complicaciones sobre todo en niños y personas delicadas.

"No podemos cuantificar si hay más medusas que hace años, porque los datos que teníamos sólo son cualitativos, pero es verdad que los episodios de mayor proliferación que se daban antes cada 10 o 12 años, cada vez se producen en periodos mas cortos, cada cinco o seis", explica José María Gili, investigador del Instituto de Ciencias del Mar del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Barcelona.Los puestos de la Cruz Roja de las playas de Isla Canela y Punta del Moral en Ayamonte (Huelva) no paran de atender en las últimas semanas a bañistas con picaduras de medusas, informa Elena Amavizca. Todos los días, según los socorristas, se ven afectadas entre 10 y 15 personas en esta zona.

Bandera roja

Los molestos animales han picado a unas 2.000 personas este año en las playas de Barcelona, según una estadística de la Cruz Roja. La bandera roja, que prohíbe el baño, se ha izado en 11 ocasiones en el verano barcelonés y en 42 ha habido bandera amarilla de precaución por la presencia de medusas, informa Haydeé Vila. Cruz Roja se muestra preocupada por la falta de conciencia de algunos usuarios de las playas: "Hemos llegado a atender a más de 400 afectados por las medusas en un día, a pesar de haber izado la bandera roja", precisa un portavoz de la Institución.La semana pasada un batallón de pelagias noctilucas, de pequeño tamaño y con dos únicos filamentos para picar a los desprevenidos se adueñó de la Isla de Tabarca y la playa de San Juan en Alicante. Las redes de los pescadores del Saler (Valencia) también se han topado con "muchísimas" medusas, este año especialmente con la babosa rosa a la que llaman el moco, informa Sara Velert.

Algo está pasando en el mar para que las medusas, capaces de producir por individuo un millón de huevos en solo dos meses, campeen a sus anchas. Si se tiene en cuenta que una tortuga mediterránea se come una tonelada de medusas por semana, y que la población de tortugas disminuye, la conclusión es fácil. Tampoco abundan los túnidos, otros de sus depredadores naturales. Las medusas son además caníbales; son capaces de comerse- unas a otras cuando escasean sus nutrientes, lo que les permite seguir viviendo y multiplicarse en tiempos difíciles.

Normalmente viven en "enjambres" de 100 individuos por metro cúbico y cada uno suele medir dos kilómetros de largo. Cuando cambian las corrientes y se calientan las aguas, desde mediados de la primavera a finales de otoño, viajan por míles hasta las playas. El problema allí no consiste sólo sortear a las que se ven, como recuerda José María Gili. "La gente tiene que saber que las medusas que llegan a la playa van a morir. Por eso cuanto antes se retiren mejor, para evitar que se vayan partiendo en trocitos. Cada uno de esos trozos pica por igual".

Estas especies pican por contacto directo con la piel pero también son capaces de soltar su aguijón de veneno ante un mínimo cambio de temperatura del agua. Por ello es especialmente peligrosa la orilla del agua o los pequeños charcos que se forman en la arena, los lugares preferidos de los niños.

Las cuatro especies de medusas que existen no son mortales, pero su picadura es especialmente tóxica en niños y mayores con problemas respiratorios o cardiacos. Desde un escozor momentáneo se puede pasar a mareos, vómitos y malestar importante. Una segunda picadura en la misma zona provoca necrosis que deja como secuela una cicatriz para toda la vida.

Como cada especie tiene un veneno diferente, los remedios son también variados, aunque en general es eficaz una cataplasma de hielo en la zona de picadura aplicada intermitentemente durante 15 minutos. Existen otros tratamientos como el vinagre, el amoniaco o los polvos de levadura artificial. Gili cree que sería útil hacer una especie de vademecum con todos los tipos de antídotos para uso de los socorristas.

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