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Cuba, ¿de verdad Numancia?

La Numancia de Fidel Castro, titula M. Á. Bastenier su crónica sobre Cuba aparecida en el dominical de EL PAÍS el pasado día 3 de julio. La comparación entre la isla caribeña y la ciudad española que resistió durante más de veinte años el asedio romano se debe a que, como se sabe, la palabra Numancia está casi a perpetuidad. en boca de Fidel Castro: "Sí, nosotros preferimos Sagunto y Numancia a ser esclavos". ¿Es cierto esto? En primer lugar, ¿a qué llama él ser esclavos? Simplemente a que lo! cubanos tomen la vía democrática que tomaron los habitantes del antiguo bloque comunista. Porque Castro identifica los cambios que se produjeron en esos paises con un sometimiento al imperialismo yanqui. En ese paralelismo basa toda su parafernalia bélica.Pero, en realidad, ¿hacia dónde apuntan los cañones que tiene instalados en ' el litoral cubano? ¿Hacia Estados Unidos?' No, apuntan al interior de Cuba, hacia el pueblo. cubano. Toda la estrategia militar de Castro (desde la creación de sus tropas especiales, sus brigadas de acción rápida, hasta el fusilamiento de Ochoa) tiende sólo a evitar que los cubanos hagan lo que hicieron los polacos, los húngaros, los checos, los rumanos... Fidel Castro no teme una invasión norteamericana, sino a un levantamiento de su pueblo.Por eso le grita como a ovejas que ahí viene el lobo, para que la manada no se revuelva contra el verdadero lobo.

Siempre ha obrado así. Desde hace muchos años, casi desde el mismo día de su llegada al poder, Fidel Castro viene "movilizando" al pueblo de Cuba cada determinado tiempo porque "una agresión imperialista es inminente". Tantas han sido las veces en que aparatosamente ha puesto en estado de alerta a los pobladores de la isla (de lactantes a ancianos), y siempre infructuosamente, que ya en Cuba se le moteja como Armando Guerra Solo.

Hay locura y astucia en este comportamiento. Locura porque revela la paranoia que posee a Castro, y astucia porque es un modo de militarizar al pueblo cubano y al militarizarlo hacer que se someta a su mando, al mismo tiempo que lo identifica con él, no teniendo uno y otro, Castro y los cubanos, más que un enemigo: el imperialismo. No importa que en más de treinta años no haya habido intervención yanqui. Castro lo justifica diciendo que gracias a la movilización popular se ha evitado la agresión. Otro aspecto de esta estrategia es procurar introducir en el soldado cubano un espíritu heroico. Desde el inicio de la revolución viene intentándolo; primero fue Esparta -con el escudo o sobre el escudo-, ahora es Numancia. El soldado cubano es distinto, pelea hasta la muerte, jamás se rinde. Fue ésta la imagen que quiso dar -sobre todo para consumo interno- durante la escaramuza de Granada. La televisión y la radio cubanas pregonaron entonces (1983) que los últimos soldados cubanos que defendían aquella islita del Caribe "se habían inmolado abrazados a la bandera cubana". Cuando lo cierto era que se estaban rindiendo, empezando por el oficial que mandaba la pequeña tropa, el coronel Tortoló, que buscó asilo en la Embajada soviética. ¿Cobardía del soldado cubano? En modo alguno. El cubano no es ni más valiente ní más miedoso que cualquier otro soldado; lucha hasta que comprende que ha sido derrotado, no hasta perder la vida inútilmente. El mito del soldado cubano suicida se deshizo en Granada al volver a Cuba vencidos -si bien Fidel Castro hubiera preferido que no regresaran o que sólo regresaran sus cadáveres. De esa forma habría podido seguir utilizándolos como emblemas.

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Castro ha sustituido a Esparta por Numancia, y el nuevo mito le sirve incluso para sus manejos internacionales. Así, su versión de la reunión que sostuviera en Brasil con Felipe González y Carlos Andrés Pérez en 1990 fue la de que estos mandatarios, que "estaban profundamente preocupados por una agresión de Estados Unidos a Cuba", le instaron a que no tuviera una actitud numantina, de holocausto. En verdad, lo que en esa reunión los presidentes de España y Venezuela le recomendaron a Castro fue un cambio en su sistema, una apertura democrática, y si se habló de "conducta numantina" fue seguramente para llevar un poco de cordura, de sensatez a la demencial postura castrista. Aunque no tan demencial, y sí muy astuta, muy solapada. Porque no habrá Numancia y Castro es el primero en saberlo. Mas con ello reprime cualquier intento de rebeldía de los cubanos y engaña a "Gobiernos amigos", sin que éstos -¿por educación, por prudencia?- se atrevan a desmentirlo.

Pero ¿y si hubiera Numancia en Cuba? No sería sino otra muestra de la vesania de Castro. Él está perdido, condenado por la misma historia a la que un día apeló. Pero si ha de sucumbir, que sucumba con él el pueblo de Cuba. Éste es su razonamiento. Pues Numancia no resiste la más mínima confrontación con la lógica. Para el historiador Almirante se produce en España, "el país apasionado de los grandes hechos sueltos, estériles". Y, a su juicio, la resistencia de esta ciudad no demuestra sino "lo inútil del valor y el patriotismo cuando luchan solos contra un Estado militar vigoroso y sabiamente constituido".

Hay también un personaje de la historia de España al cual se asemeja Fidel Castro. Se trata del cura Santa Cruz, y lo recoge Valle-Inclán en su trilogía de la guerra carlista. De él es esta descripción, aplicable al Fidel Castro actual, "numantino": ... el estado de exaltación en que se encuentra el cabecilla [Santa Cruz] lo lleva a convertirse en un ser paranoico que empieza a dudar de la fidelidad de sus seguidores y se convierte de adalid liberador en déspota que tiene que ejercer una crueldad implacable para mantener la adhesión de los suyos".

César Leante es escritor cubano.

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