Viva el Papa

Quizá, después de todo, el mercado no sea tan perverso como algunos se empeñan en demostrar. A mí la salida al mercado del próximo libro del Papa me está haciendo reconsiderar muchas de mis posiciones anteriores. Juan Pablo II podría haber elegido una modesta editorial católica, que hiciera, de salida, una pequeña tirada, y confiar en las virtudes de su libro, que sin duda las tiene, para que acabara convirtiéndose por sí mismo en un best seller. Sin embargo, ha preferido invertir el proceso: en lugar de escribir un libro condenado a ser un éxito de ventas, ha fabricado directamente un éxito de ventas con la confianza de que finalmente se convierta en un libro. Los best sellers tienen esta facultad de hacer un libro de lo que en principio no era más que un conjunto de hojas encuadernadas.O sea, que la religión está entrando en el mercado, o el mercado en la religión, no sé, de forma que la Iglesia está a punto de convertirse al fin en un objeto de consumo. No es sólo por el libro del Papa, por el que han comenzado a pagar los editores anticipos celestiales, sino porque el último catecismo, por ejemplo, desbancó en EE UU de los primeros puestos de éxitos de ventas a todas las novelas de psicópatas. Eso por no hablar de los monjes de Silos, que se han forrado con un disco de cantos gregorianos. Si ya hasta la misa dominical se critica en la prensa con la misma devoción que una obra de teatro. A Cristo le falló el olfato comercial cuando expulsó del templo a los mercaderes: no imaginaba el pobre el futuro del mercado.
La ventaja de que la religión pase por el aro del mercado es que la desactiva, la desfundamentaliza. O sea, que nadie se la cree, o se cree en ella del mismo modo que en un lavavajillas. Esto es muy ventajoso para los escritores; si no, que se lo pregunten a Rushdie.
¡Viva el Papa!
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