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Coche bomba contra la embajada israelí en Londres

La explosión de un coche bomba aparcado en la zona reservada al consulado destruyó ayer parcialmente la embajada israelí en Londres, en el barrio de Kensington, al oeste de la capital británica. El edificio de cuatro plantas, situado a escasos metros del Royal Albert Hall, en una de las calles más frecuentadas por los turistas que visitan la ciudad, quedó seriamente dañado a consecuencia de la explosión provocada por un artefacto con más de diez kilos de explosivo. El atentado, atribuido por el primer ministro israelí a grupos extremistas árabes, causó 14 heridos. Más tarde, sobre las dos y media de la madrugada de hoy, otro coche bomba explotó en la zona de North Finchley, cerca de High Road, al norte de la capital británica. Al cierre de esta edición se ignoraba si había víctimas en este nuevo atentado.Agentes de Scotland Yard interrogaban ayer a una mujer de mediana edad, "de aspecto mediterráneo" que había sido vista junto al coche bomba, un Audi 100 de color gris. Ha sido reforzada la seguridad en torno a la comunidad judía.

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Kensington High Street hervía de turistas, empleados y coches, cuando pasado el medio día hizo explosión la bomba, colocada en un vehículo aparcado en la parte trasera de la embajada. El impacto fue tan potente que los cristales de los edificio del Gobierno, en Whitehall, a casi cinco kilómetros de distancia, se estremecieron. Decenas de transeúntes se vieron sorprendido por el estallido que sacudió la legación israelí, de la que emergió segundos después una espectacular columna de humo negro.

Al mismo tiempo, los cristales de hoteles y edificios de oficinas colindantes cayeron destrozados, mientras la policía iniciaba la evacuación de toda la zona. Horas después, Scotland Yard procedió a cerrar la estación de metro más cercana, High Street Kensington.

El atentado se produce un día después de alcanzarse el acuerdo de paz jordano-israelí, sellado el lunes en Washington, con el que ambos países ponen fin a 46 años de hostilidades, y se enmarca, según todos los indicios, en la cruzada antijudía emprendida por organizaciones árabes, extremistas como Hamás y Hezbollá. El último y más sangriento episodio de esta campaña se produjo la pasada semana en Buenos Aires, donde más de 100 personas han perdido la vida.

El primer ministro israelí, Isaac Rabin, advirtió ayer desde Washington que "los grupos terroristas islámicos harán todo lo que puedan" para malograr los esfuerzos de paz que se hacen en Oriente Próximo.

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La encargada de prensa de la embajada israelí, Rachel Gordon, reconoció que los destrozos en la legación oficial de su país han sido considerables: "Una de las oficinas ha quedado completamente destrozada, parte de la escalera se ha venido abajo y el tejado está a punto de derrumbrase". Por su parte, el secretario de Exteriores británico, Douglas Hogg, trasmitió su condena del acto al encargado de negocios de la embajada israelí. La mayor parte de los heridos, muchos de ellos empleados de edificios colindantes con la embajada o meros transeúntes, fueron devueltos a sus domicilios tras ser atendidos en el hospital de Charing Cross. Sólo uno de los afectados se encuentra herido de consideración. Al parecer se trata de un hombre que trabajaba en la calle, cerca del edificio afectado por la explosión.

Amir Maimon, secretario segundo de la embajada, se encontraba trabajando en su despacho cuando estalló el coche bomba. "Estaba en una zona segura, en el interior de la embajada", declaró tras abandonar el edificio semidestruido. La explosión afectó también a las cristaleras del palacio de Kensington donde almorzaban miembros de la familia real.

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