Retorno a Chinatown
Celebrar aniversarios que a nadie parecen importarle refuerza considerablemente la autoestima y es toda una muestra de carácter. Por eso, sin pretender quitarle importancia al centenario de la muerte de Stevenson o a los 25 años del festival de Woodstock, uno brindó en privado este fin de semana por los cuatro lustros de existencia de Chinatown, aquella película que dirigió Roman Polanski cuando aún no lo habían echado de Estados Unidos por manosear a chicas menores de edad sin ser norteamericano (a su compadre Jack Nicholson no, se les ocurrió desterrarle).Julio es un mes muy adecuado para volver a Chinatown.. Hace tanto calor en,el salón de tu casa como en Los Angeles, esa ciudad por la que el investigador privado J. J. Gittes se mueve como pez en el agua. El vídeo te permite, además, saltarte los 16 años que transcurrieron entre el original y su secuela y darte cuenta de que The two Jakes, esa película que no entendiste cuando la viste en el cine (si es que reparaste en su paso fugaz por la cartelera) es una excelente segunda parte de una saga que, lamentablemente, no tendrá continuación.
Has visto a J. J. Gittes en 1938, enamorado de Evelyn Muwlray mientras la corrupción devora California y Adolf Hitler está a punto de invadir Polonia. Le has reencontrado en 1948, algo más gordo y amargado, convertido en un superviviente de la Segunda Guerra Mundial que sigue sin quitarse a la difunta Evelyn de encima, aunque ahora adopte la figura de su hija Katherine y esté casada con un empresario fatalista, que se parece mucho a Harvey Keitel. Te gusta su compañía y lo has situado en tu galería de detectives favoritos, junto a Philip Marlowe, Matt Scudder o Easy Rawlins. Pero más vale que te vayas despidiendo de él porque sus aventuras necesitan algo más que talento y cuartillas. Necesitan mucho dinero porque su creador es un autoconfesado chico de Hollywood que no sabe escribir novelas. Un chico de casi 60 años que se llama Robert Towne.
Chinatown y The two Jakes son, en teoría, sendas películas dirigidas por Roman Polanski y Jack Nicholson. Pero en la práctica son dos excelentes textos de Robert Towne, un tipo que ha hecho de todo para sobrevivir y que sólo en estos dos filmes pudo escribir lo que realmente tenía ganas de plasmar en la pantalla: la evolución de una ciudad, su ciudad, vista a través de los ojos del más eficaz prototipo literario que Norteamérica ha fabricado jamás: el detective privado.
Cuesta comprender cómo es posible que el mismo guionista que escribió Chinatown y The two Jakes pudiera redactar una estupidez del calibre de Días de trueno. Pero supongo que así son las cosas cuando uno es un chico de Hollywood para el que el guión es su manera natural de expresión literaria. Si te llamas James Ellroy y desprecias el cine, puedes construir, con la única ayuda de tu cerebro, una tetralogía urbana como el L. A. Quartet. Pero si tus historias sólo son capaces de llegar al lector a través de una pantalla, puedes acabar escribiendo vehículos para niñlos bonitos como Tom. Cruise, intentando ser comercial y meter la pata (en Tequila sunrise, Towne dirigio su propio guión fallido) o ejerciendo de script doctor que arregla textos ajenos a velocidad de vértigo sin que su nombre aparezca en los créditos (Bonnie & Clyde o El Padrino, entre otras).
Hollywood le dio la vida a J. J. Gittes y Hollywood se la quitó. Tenía sus motivos, los de un capitalismo puro y. duro al que no se le puede ir con tonterías: The two Jakes no dio un duro en taquilla. Normal, por otra parte. Nadie que no hubiera visto recientemente Chinatown sabría de qué le estaban hablando porque Towne no se conformo con escribir una nueva aventura del señor Gittes que funcionara por sí sola, sino que se empeñó en fabricar la segunda entrega de una saga que no iba tener continuidad, el segundo capítulo de un fresco cinematográfico que nunca se completará porque una película no es una novela y porque no sólo no hay segundos actos en la vida de un norteamericano, como dice la frase hecha, sino que no hay tercera parte de nada cuando la segunda ha sido un fiasco.
Me hubiera encantado envejecer con J. J. Gittes, pero me temo que no va a ser posible.
Una cosa es ser un novelista como Lawrence Block o Walter Mosley. Y otra muy diferente es ser un chico de Hollywood como Robert Towne., Por muy buen chico que seas y mucho talento que tengas.
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