La Venidera o cómo sacudir la danza española desde unos cuerpos reflexivos
La joven compañía de Irene Tena y Albert Hernández estrena su obra ‘NO’, un trabajo con muchos aciertos y algún desvío


Hay algo valiente en decir “no” al principio. En usar la negación como un primer asfaltado para llegar al sí. Es lo que ha hecho la joven compañía La Venidera que anoche tuvo su puesta de largo en el Centro de Danza Matadero, dentro del recién inaugurado ciclo de nuevos creadores. Plantar un NO, (en mayúsculas, además, en el programa), para anunciar una nueva danza española que viene (de ahí el nombre de la compañía) y que ha renunciado a lugares tan seductores como las filas del Ballet Nacional de España.
En esta agrupación institucional, que está presentando en el Teatro Real un programa homenaje a José Granero estos días, bailaban y destacaban Irene Tena (Barcelona, 27 años) y Albert Hernández (Barcelona, 28 años), directores, coreógrafos e intérpretes de La Venidera, hasta octubre de 2024 cuando dijeron “no” a seguir en sus filas para avanzar con su propio colectivo.
Si algo se pudo constatar en este estreno absoluto de NO, es que lo mejor de La Venidera es la propia Venidera. Es decir, Tena y Hernández. El espectáculo cuenta con sonadas colaboraciones como la de Marcos Morau en la asesoría artística (los tres se conocieron en el Ballet Nacional de España con el espectáculo Afanador, que Morau creó para esta compañía y en el que Tena y Hernández coreografiaron un destacado paso a dos).
También cuenta con la asesoría flamenca del bailaor Marco Flores, que se intuye fundamental en los momentos jondos de NO. Y con la presencia del músico Derek V. Bulcke, que permanece en escena dando forma al espacio musical y sonoro desde su propia mesa-artefacto. Sin embargo, tal es la claridad de estilo en el lenguaje corporal que Irene Tena y Albert Hernández atraviesan, y tal es la magnitud escénica de sus interpretaciones (afiladas, precisas, poderosas en técnica e introspección), que son ellos los verdaderos artífices del foco e interés que sobrevuela esta compañía emergente.

Tienen un profundo conocimiento de la danza española. De su estilización y escuela. Pero también despliegan una familiarización natural sobre la danza contemporánea. De la mezcla de ambas y de esa amplitud de miras que desprenden, tan necesaria en toda evolución y que sin duda proviene del Institut del Teatre de Barcelona donde se formaron, se nutre su discurso corporal que roza cotas verdaderamente altas con sus interpretaciones espléndidas. En esta versión larga de NO, pues el estreno de anoche de una hora y diez minutos encuentra su origen en una pieza anterior de veinte minutos, diseñada para espacios no convencionales y que se ha visto en muchos escenarios en este 2025, ese poder de ellos dos se echa en falta por momentos.
Seguramente porque a lo coreográfico le falta presencia y desarrollo, y en ocasiones el aparato escénico (la escenografía, las luces e incluso la música en directo), cuidado y atractivo, no termina de casar con lo corporal y lo encapota. Como si hubiera dos propuestas en una. Como si los jóvenes directores y bailarines se hubieran vistos seducidos por el trajín artístico y la necesidad de sumar elementos, y por un momento hubieran sacrificado lo más interesante. En este sentido, recorre la obra una simbología que tampoco suma porque se muestra demasiado literal, seguramente buscando la comprensión del público (el enterrador, la hoguera y un texto cristalizado en una voz en off que tal vez funcionaría mejor si solo se proyectara). Y no hace falta. Al fin y al cabo, los espectadores haremos siempre un nuevo relato de lo que se nos ofrece.
Eso sí, cuando finalmente Irene Tena y Albert Hernández se dan espacio para la plasticidad dancística, para darle continuidad al movimiento (en una primera parte aparece fragmentado en frases demasiado cortas, como si tuvieran prisa por mostrar) y llegan los volúmenes y el diálogo corporal del que empiezan a ser dueños, el encantamiento y la fascinación se manifiestan. Tena y Hernández entienden la danza española de dentro hacia fuera, reflexiva y permeable, y ahí recala su dominio junto con lo extraordinario de sus ejecuciones.

A nivel escenográfico destaca una plataforma elevada en escena, obra de Paula González, que funciona como escenario dentro del escenario; que es púlpito y tumba, vitrina y desván (debajo de ella también pasan cosas). Tan potente y llena de significado que esta plataforma y los dos intérpretes, sin mucho más alrededor, ya lo dicen casi todo. Cerrada y hueca, funciona como nexo para la atmósfera inquietante y fantasmagórica del principio (como salida de un cuento de Shirley Jackson) y la apocalíptica y redentora del final.
Puede que NO solo sufra del síndrome de los primeros trabajos en los que “demostrar” acaba por desplazar a ese solo “mostrar”. Nada grave si se encauza el foco hacia la apuesta de dos creadores emergentes que poseen la cualidad de hacer preguntas y cuestionar credos en la búsqueda de afianzar su identidad. Y eso, sin duda, se agradece y los posiciona en un lugar indispensable y muy atractivo para la danza española, si no renuncian a ese material tan preciado que poseen y que se encuentra en ellos mismos y su propio imaginario como caldo de cultivo.

El espectáculo NO de La Venidera forma parte de esta nueva temporada escénica del Centro de Danza Matadero, en la que ya no hay entradas a 50 euros, como ocurrió en su primer año de andadura. Desconocemos si este precio fue impuesto por el Ayuntamiento de Madrid o la dirección del centro, pero finalmente parece que la sensatez que a veces te ofrece el propio devenir de los días, se ha impuesto.
En un país en el que la danza tiene tan poca presencia en tantos contextos, cobrar una entrada a 50 euros no hace sino encajarla en el elitismo. De entre los espectáculos programados hasta diciembre en Matadero, destaca una gran presencia del flamenco. Esperemos que a partir de enero la danza contemporánea se vea compensada en este teatro. Su situación es realmente delicada por esa escasez de espacios escénicos que la programan y por el auge de un flamenco, que a través de numerosos festivales y plataformas, la van desplazando a tierra de nadie en Madrid.
'NO'
Dirección, coreografía e interpretación: Irene Tena y Albert Hernández
Asesoramiento artístico: Marcos Morau
Asesoramiento flamenco: Marco Flores
Coproducido por Centro de Danza Matadero, Festival Grec y Fira Mediterrània de Manresa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
