Indecorosos e impresentables
JOAQUÍN VIDAL Los novillos eran indecorosos, e impresentables quienes los autorizaron. Vale decirlo al revés: los novillos eran impresentables, e indecorosos quienes aprobaron su salida al ruedo. Impresentables: que no se pueden presentar en público, menos aún. a la familia, sin provocar sentimientos de culpabilidad, bochorno, vergüenza ajena; indecorosos: que no tienen decoro, a lo mejor ni lo conocen, y Liasta, puede que les traiga sin cuidado. Ande yo caliente y ríase la gente; que digan: mientras no hagan ... ; a burro muerto, la cebada al rabo.
Múltiples frases y fórmulas hay pata disimular la trampa y el cartón para eludir responsabilidades, para escapar a las normas disciplinarias. He aquí el caso, sin ir más lejos: en el coso valenciano no hubo ni una sola protesta por el atropello que se estuvo cometiendo allí con aquel los novillos impresentables, los cuatro primeros sin tipo, sin fuerza, sin cornamenta, sospechosos de manipulación. Y los propios novillos tampoco pueden servir como testigos de cargo ni de nada, pues a estas horas ya están muertos y tal vez comidos.
Domecq /Conde, Sánchez, Rodríguez
Cuatro novillos de Francisco Medina, de poca presencia, escasos de cuerna, sospechosos de pitones, flojos y aborregados, lo manso; 5º y 6º de Viento Verde, con trapío, muy cómodos de cabeza, manejables.Los novillos anunciados de Juan Pedro Domecq no se lidiaron. Javier Conde: estocada corta baja y cinco descabellos (silencio); pinchazo--aviso- y pinchazo perpendicular trasero descordando (aplausos y saludos). José Ignacio Sánchez: estocada trasera caída y rueda insistente de peones (silencio); dos pinchazos, estocada ladeada y rueda de peones (silencio). Javier Rodríguez: pinchazo, otro hondo caído, rueda de peones -aviso- y descabello (vuelta por su cuenta); pinchazo bajo y espadazo traserísimo escandalosamente bajo (escasa petición y vuelta). Plaza de Valencia, 22 de julio. 2a corrida de feria. Media entrada.
Plaza de Valencia
3ª corrida de feria. Toros de Puerto de San Lorenzo, propiedad de Lorenzo Fraile, de la finca Puerto de la Calderilla, en Tamames (Salamanca). Divisa encarnada y amarilla. Antigüedad, 25 de abril de 1982. Matadores: Emilio Muñoz, Manolo Carrión y Pedrito de Portugal. A las 19.00. 4ª corrida de feria. Festejo fuera de abono. Novillos de Joaquín Buendía, de la finca Bucaré, en Alcalá de Guadaira (Sevilla). Divisa azul turquí y encarnada. Antigüedad, 17 de mayo de 1906. Matadores: Manuel Bautista, Vicente Calatayud y Raúl Blázquez. A las 23,15.
Algún toro listo y de los que no perdonan acudirá el día menos pensado al juzgado de guardia para denunciar cómo fue conducido en siniestro cajón a la plaza, que le aserraron y luego le limaron, qué le dieron de comer o de beber, quién le metió un chute en vena dejándolo en una nube, turulato y ajeno a las procelosas realidades de la vida., Todo se andará, cualquier cosa puede suceder...
Creían los padres de la Tauromaquia, sin ir más lejos, que habían concebido una fiesta brava y bella, hecha de arte, de genialidad y de majeza, cuyos valores serían inamovibles, y estaban absolutamente equivocados, pues ese admirable invento ha acabado transformándose en un grosero circo carente de emoción y de grandeza, más falso que Judas y de un aburrimiento mortal.
Paradigma de semejante engendro fue la función de Valencia, por los novillos indecorosos e impresentables, y también por la forma de torearlos. Pasados por las armas -que blandían malcarados individuos tocados de castoreño-, irrumpían luego unos diestros de torería nula y se dedicaban a ensayar posturas delante de sus inofensivas cabecitas.
Javier Conde extremó la pinturería mas la realidad era que daba el paso atrás al rematar las suertes y se aliviaba abusivamente con el pico. Ahora bien, una cosa trae la otra: cuando el torero pierde terreno, el siguiente muletazo ha de darlo con el pico y el toro viaja así por la lejanía.
Similar mecánica empleó Javier Rodríguez, aunque este torero estuvo muy animoso, cuajó algunos buenos pases y se ganó a la galería perpetrando alardes tremendistas con los novillitos inocentes. Y, en fin, José Ignacio Sánchez muleteó compuesto a un cornudillo atontado que parecía oveja, y en cambio no pudo con otro de trapío y cierto genio. Un síntoma preocupante en quien está a las puertas de la alternativa. Pero suele suceder: mientras los taurinos sigan echando borregas mochas a los novilleros y la autoridad incompetente permitiendo el fraude, no habrá fiesta, ni emoción, ni decencia, ni toreros recios capaces de ponerse delante de un toro verdadero y decirle: aquí te espero.
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