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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Límite

En su artículo de EL PAÍS del domingo 3 de julio, vuelve Mario Vargas Llosa con sus ya conocidas alabanzas al sistema de libre mercado y liberalismo económico. Al parecer, es incapaz de tener en cuenta que la prosperidad económica de ciertos países está íntimamente relacionada con la miseria de otros, que es el inseparable reverso de una misma moneda. Y no faltan ejemplos, como Brasil, en los que la prosperidad económica de una pequeña parte de la población convive, sin pudor y sin aparentes problemas, con la miseria de grandes masas de población.También es preciso decir que la actual mundialización de la economía está actuando como un mecanismo de destrucción práctica de esos Estados que, ya sé que sólo en teoría, están para ocuparse de los intereses generales y para disminuir el horror de esa competencia que, por desgracia, no afecta sólo a la vida económica.

No obstante, el artículo hace una serie de observaciones certeras, si bien sesgando los resultados a favor de una organización de la economía y de la acción política que no. parecen las mejores posibles. El verdadero problema está planteado desde hace muchos siglos: ¿cómo conseguir que el Estado, organismo compuesto por personas naturalmente egoístas, cumpla eficazmente con su función natural de gestión de los intereses colectivos y de protección de los débiles?

Los aficionados a la historia sabemos muy bien que jamás ha habido una sociedad justa y, mucho menos, estable al mismo tiempo. Los Estados y épocas aparentemente buenos se han apoyado, prácticamente siempre, en alguna entrada irregular de riqueza, en alguna forma de depredación. En definitiva, ninguna sociedad humana ha sido capaz de administrar la estabilidad, todas se han basado en el crecimiento y en la hipótesis de su ausencia de límite. Límite que parece que ya estamos alcanzando.-

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