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¡Viva la democracia, señor alcalde

Ahora que han pasado unos días desde el espectacular cese del jefe de la Policía Municipal de Madrid, y con la cabeza fría, sin dejarse llevar por las vísceras, conviene hacer una serie de precisiones (porque nadie las hace). Al parecer, como la victoria del Partido Popular se promete aplastante y no hay nada que hacer al respecto, nadie quiere enemistarse con la futura autoridad y no se alza la voz contra acontecimientos que, como dice un miembro de ese partido, son inadmisibles.De acuerdo con el señor Leguina, yo también considero que es grave publicar una correspondencia privada, aunque si una de las copias se envía al director del periódico El Mundo, deja de ser tan privada.

Pero mucho más grave que la actitud del señor Fernández Monzón ha sido la del señor alcalde. El primero nunca se ha llamado demócrata ni ha sido elegido por el pueblo soberano. Ha sido designado a dedo y no está obligado a cambiar su ideología de la noche a la mañana (aunque por una cuestión ética elemental no debería aceptar el cargo si no está de acuerdo con los principios elementales de la democracia). De sus claras tendencias antidemocráticas se habló largo y tendido cuando se propuso su nombre para dicho cargo, y en muchos periódicos se publicó su dudosa actitud tras el intento de golpe del 23-F.

Salió el alcalde en su defensa y, en contra de parte de la opinión pública, prensa y sindicatos de la Policía Municipal, le impuso en el cargo. Desde entonces ha tenido varios problemas que siempre le vienen del mismo lado: su ideología de extrema derecha. Y yo me pregunto, señor alcalde: ¿es necesario ser tan facha? ¿No le gustaría ser alcalde del mayor número de madrileños posible? ¿No cree que, a pesar de sacar mayoría absoluta en el Ayuntamiento de Madrid, no es eso lo que desea la mayoría de sus votantes?

Uno de los inconvenientes de la democracia es que el elegido por los votos, una vez en el cargo, puede hacer lo que le dé la gana con total impunidad porque la mayoría de los votantes no se enteran de los detalles, de los matices de gobierno. Por eso, yo apelo a la caridad cristiana del señor alcalde. Ya sé que puede usted poner en el cargo a quien le dé la gana, pero no es necesario volver a dividir España en dos de forma gratuita. No es necesario resucitar los viejos odios, las venganzas pendientes; no es necesario regresar al enfrentamiento violento. Es mucho más honesto, mucho más noble, aceptar las reglas del juego y gobernar a los madrileños, a todos, con cariño, incluso a los que no le votan.

Por eso decía que su actitud era más grave que la del señor Fernández Monzón, porque usted está obligado, por el señorío de su cargo, a respetar la sensibilidad de los ciudadanos. Me refiero a que el día que usted aceptó la dimisión del citado general afirmaba que le daba pena que abandonara el cargo puesto que todo se debía a hechos extraprofesionales que habían tenido una repercusión exagerada. Como usted sabe, la totalidad de los cargos que han presentado su dimisión en este país, incluso los que están perseguidos por la ley, lo han hecho por actividades extraprofesionales. En este caso, no podía ser de otra manera puesto que la apreciación de su labor profesional es subjetiva y, en contra de todas las opiniones, tanto de dentro como de fuera del Ayuntamiento, usted le mantenía. O sea, que por actividades profesionales, no habría abandonado el cargo mientras fuera su protegido; eso está claro.

Más tarde afirmaba que la dimisión del general se debía a que éste no quería manchar la imagen del PP. Al parecer, es un gesto que le honra. El general cree que su ideología mancha la imagen. de su partido, pero usted no se expresa en ningún sentido. Lejos de ello afirma admitir la dimisión con pena. Es decir, le considera la persona idónea para desempeñar esa función, al margen de su ideología, sólo porque es un buen profesional. Debo entender que usted podría nombrar para ese cargo a un militante de Herri Batasuna si fuera un buen profesional, pero no lo entiendo así, porque como dijo León Felipe: "Me sé todos los cuentos".

Si no hubiera sido porque las confesiones del general salieron a la luz, usted le hubiera mantenido indefinidamente, a pesar de que su perfil ideológico (como usted debe saber puesto que es su amigo), por su intolerancia, está en contra de la voluntad de la casi totalidad de los españoles. No puede usted olvidar que su partido, en las campañas electorales, se propone como una alternativa de centro-derecha, líberal y democrática.

Más tarde se publica que su presidente, don José María Aznar, le apremió para que tomara una decisión, y sólo entonces se produjo la dimisión de su jefe de policía. Aunque siempre es saludable una depuración en favor de la pacífica convivencia de los ciudadanos (de todos), es triste comprobar cómo algunas autoridades se empeñan en desempolvar viejas rencillas y enfrentar a ciudadanos de orden con situaciones que, en estos momentos, son absolutamente improcedentes y, desde luego, no merecen.

De nuevo apelo a su tolerancia para que recuerde el talante abierto y liberal de esta ciudad que siempre ha recibido con los brazos abiertos a los forasteros, y a algunos, como es su caso, les ha hecho alcaldes.

No sabe usted, señor alcalde, lo que este tipo de declaraciones y sucesos duelen a las personas que creen en la democracia, en la libertad, en la tolerancia y en la feliz convivencia de todos los madrileños. Ya sé que a usted no. A fin de cuentas, se trata de unas declaraciones sin importancia. Desde luego no la tienen para los que son afines a esa ideología.

¡Viva la democracia! manque pierda.

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