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LA CUMBRE DEL G-7

La conversión de Clinton

Habría que apelar a Freud para entender las razones que explican las conductas de los mercados

ERNESTO EKAIZER ENVIADO ESPECIAL Los potenciales compradores de dólares y activos norteamericaos -los mercados financieros- esperan para las próximas horas aIgún mensaje alentador de la cumbre del Grupo de los Siete (G-7). La expectativa, como es habitual, está centrada en Estados Unidos y en su presidente, Bill Clinton, quien ya ha vaticinado que "en el largo plazo los mercados tienen tendencia a alinearse con la realidad", en re ferencia a la caída del dólar. Pero Clinton es un neófito en este asunto de los mercados.

Según cuenta el periodista Bob Woodward en su reciente libro The Agenda, la conversión de Clinton al credo de los mercados tuvo lugar exactamente 13 días antes de la inauguración de su mandato, el 20 de enero, de 1993. En una reunión para discutir estrategias, en Little Rock (Arkansas), Clinton fue advertido de que era necesario un plan razonable dirigido a reducir el déficit fiscal. La idea era "aplacar al mercado de bonos". Dice Woodward que Clinton se puso rojo de enfado y desconfianza: "¿Tú me estás diciendo que el éxito del programa y mi reelección dependen de la Reserva Federal [Banco Central] y un puñado de jodidos traders de bonos?".

Lo cierto es que por influencia de Alan Greenspan y compañía, según el libro, Clinton abandonó su tímido programa de relanzamiento económico basado en un plan de inversiones públicas, lo que se suponía que iba a tranquilizar a los mercados.

Esta conversión de Clinton ha funcionado, pero no ha durado mucho. El dólar, contra todo pronóstico, ha comenzado a caer en los últimos meses y la subida de los tipos de interés para reforzar la moneda americana -con el mensaje de que EE UU no permitirá un brote inflacionista- todavía no ha dado resultados.

Es verdad que los elementos fundamentales de la economía de EE UU funcionan bien. Con una inflación controlada en el 2,5% y una prudente reducción del déficit, no se puede entender que la Reserva Federal vuelva a subir los tipos para sostener el dólar. Entre otras cosas, porque no existen garantías de éxito.

El problema es que la economía financiera no hace caso de la marcha de los principales indicadores económicos. Hoy los mercados están apostando por una subida de los tipos americanos más allá de los tipos interbancarios del día a día, que han ascendido en estos cuatro meses del 3% al 4,25%. Da la impresión de que el chantaje de los mercados consiste en desprenderse de dólares, bonos y otros activos si dicha subida de tipos no se produce.

La impresión es que la Administración Clinton, después de haber apostado por una intervención coordinada de bancos centrales para sostener el dólar, abrirá un compás de espera a fin de confirmar un cambio en la política de Japón. Todos los comentarios indican que el G-7 acompañará a EE UU en esta política de esperar y ver, al tiempo. que exigirá a los japoneses mayor colaboración para frenar la apreciación de su moneda.

La mayor dificultad para aplacar a los mercados reside en que éstos no se limitan a leer los indicadores económicos -mejores en los últimos meses-, sino que actúan con un componente cada vez más psicológico, que tiende a confiar en el cumplimiento de sus propias profecías. Clinton y sus aliados parecen haber comprendido que no es posible obtener resultados inmediatos y que hay que apostar a medio plazo. Sobre las razones que explican las conductas de los mercados, más que consultar a los textos de economía, habría que apelar a Freud.

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