"El jazz es la improvisación coherente"
Aunque acaba de jubilarse como catedrático de saxófono clásico del Conservatorio Superior de Música de Madrid, Pedro Iturralde (Falces, Navarra, 1929) es conocido como músico de jazz. Junto a Tete Montoliú, Vlady Bas y pocos más, un pionero del jazz español. Descendiente de familia de molineros -"Todos han tocado algún instrumento"-, su padre era clarinetista y saxofonista en una banda de música. De vocación precoz, Iturralde ha trabajado con todos los artistas de música popular -desde Serrat a Mari Trini-, colabora con la Orquesta Nacional desde 1960 -Prokofiev, Ravel, Mussorgski, Britten, Gerswhin y Milhaud están en su repertorio-, pero sobre todo ha vivido en carne propia la historia del jazz. La relación de artistas con los que ha trabajado ofrece un currículo de lujo; inventó el flamenco-jazz y ahora, tras publicar un disco grabado en directo en el café Central de Madrid, vuelve a los 65 años a reiniciar ilusionado su carrera.Pregunta. ¿El jazz recupera a un músico sin ataduras pedagógicas?
Respuesta. Me encuentro liberado en cierto modo. Con ganas de hacer muchas cosas para las que no tenía tiempo. Trabajar más horas con mi cuarteto, componer más que antes... Es como un recomenzar, y el disco resume todos estos años pasados, desde los tiempos del antiguo Whisky Jazz hasta ahora.
P. ¿Qué problemas le plantea a un músico de jazz la enseñanza de música clásica?
R. Muchos alumnos creían que iba a enseñar jazz y les tenía que explicar que la cátedra era de saxófono clásico, aunque cambié el método, la concepción del sonido y amplié la tesitura del instrumento en una octava. Las salidas del Conservatorio Superior para un saxofonista son complicadas, porque las orquestas sinfónicas no incluyen este instrumento, y las opciones son una banda, la pedagogía o el jazz. En Estados Unidos no hay estas diferencias entre clásica y jazz, pero aquí hay sinfónicos que creen que el Jazz no es música y lo rechazan. Y viceversa. Yo he intentado ser un músico completo.
P. ¿Cómo se desarrolla un músico de jazz?
R. Nací oyendo música. A los ocho años comencé, a estudiar música y a acompañar a mi padre en la banda. Un día supe que quería ser músico e inmediatamente empecé a estudiar solfeo. A los 12 ya tocaba en un baile, que en aquella época se consideraba música de jazz: fox-trot, swing... He tenido la suerte de conocer y tocar desde muy joven la música de Duke Ellington, de Cab Calloway... Despues salí como profesional con una orquesta a Portugal por los casinos tocando be-bop y arreglos de Dizzy Gillespie; más tarde, a Líbano, a Grecia, a las bases americanas en Alemania, Francia, Zaragoza y Torrejón... Eran los años cincuenta, y en España tocar jazz era casi imposible.
P. Habla de la prehistoria del jazz español...
R. Tenía toda la información de lo que pasaba en el jazz: bebop, cool... Cuando regresé de tocar en Europa, se acababa de abrir en Madrid el añorado Whisky Jazz de Marqués de Villamagna, que se cerró en 1971, y decidí quedarme. Ya se podía vivir del jazz y fue cuando me desarrollé. En los sesenta conocí a Tete Montoliú, del que había oído hablar, y tocábamos juntos la temporada de invierno.
P. ¿Cómo se vivía el jazz en aquellos años?
R. Era una época difícil. Los músicos estábamos muy por encima de los conocimientos de la mayoría del público y tuvimos que educar a la gente. Te pedían Petit fleur, de Sidney Bechet, y hebía que explicar que tocábamos jazz moderno, pero el ambiente era muy bonito. Ahora, hay tantos festivales y vienen tantos artistas de fuera que los que nos quedamos fuera somos nosotros, quienes en aquella época luchamos por el jazz. Eran los años de los Beatles, cuando decían que el pop acabaría con el jazz en un año.
P. ¿Qué músicos le han impresionado más de los que ha conocido?
R. Aparte de Tete, que es un gran músico, toqué muy a gusto con Hampton Hawes. Aprendes de todos si tienes la suerte de captar lo válido.
P. Para terminar, el principio: ¿qué es jazz?
R. Algunos dicen que no es música. Para mí es un idioma diferente. La música tradicional primero se lee y luego se siente. En el jazz es al revés; primero hay que sentirlo. Es música improvisada, siempre y cuando no se entienda improvisación de forma peyorativa. Hay que hacerla de forma coherente y correcta.
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