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Caldito con yema

¿Conocen ustedes a Paco Donald? Seguro que sí, aunque ahora no caigan. Paquito Donald regenta un bareto en la calle del Pez, esquina a la de la Madera, especializado en consomés con yema, producto afimenticio donde los haya, que reconforta, por igual, al cuerpo y al espíritu. Paco Donald salió mucho por televisión a raíz de su caso, y a lo mejor les suena.

El bareto se llama El Zamorano, pero nadie sabe por qué, porque Paquito Donald no es de Zamora, sino de Antequera (Málaga) y vino a Madrid a hacer el servicio militar. Aquí se lió con Carmen, La Reina Pastora, que cantaba como nadie eso de "si quieres que yo te dé lo que no te puedo dar, / el cordón de mi corpiño, mi niño, que no lo puedo cortar...". Y que era, de joven, una mujer de tronío y rompe y rasga. La Reina Pastora tuvo su granito de gloria en Pasapoga allá en 1957, cuando conoció a Paquito Donald. Paquito acababa de ganar un concurso radiofónico patrocinado por Mantequillas Lorenzana, que consistía en imitar las voces de los famosos. Paquito ganó, con justicia, imitando a Cantinflas, pero podía imitar cualquier ruido y cualquier voz, a saber: ruido del tren, relincho de caballo, la cadena del retrete, el clarín de los toros, la corneta de órdenes y lo que se terciase. Cuentan que Paquito Donald se prendó de La Reina Pastora nada más verla y que, mientras ella cantaba, comenzó a imitar aplausos y vivas, y Carmen tuvo que parar la actuación porque se mondaba de risa.

Paquito se unió a Carmen y juntos actuaron por media España, ella cantando y él imitando voces y ruidos. Una temporada estuvieron en el Teatro Circo Chino de Manolita Chen, y yo los vi en Algeciras, antes de que muriera el militar gallego de alta graduación que rigió los destinos de España durante 40 años.

La pareja estaba vieja y un poco cascada y Paco Donald gastaba peluquín, pero su actuación fue memorable. De haber nacido, un suponer, en Estados Unidos, Paquito Donald, ahora mismo, tendría un rancho. Recuerdo que disfrazaba la voz de inglés borracho, de magrebí vendedor de baratijas, de presidente Macías (de Guinea Ecuatorial) y de su propia mujer, Carmen, La Reina Pastora.

La imitaba tan bien que nadie sabía a ciencia cierta si era él o ella quien cantaba, y los aplausos solían ser atronadores, aunque sospecho que la mayoría salieron de su propia garganta.

Yo terminé por conocerlos en El Zamorano, los dos detrás de la barra, las madrugadas en las que iba a reponerme con el caldito con yema. La Reina Pastora ya estaba jamona y pintarrajeada y Paquito Donald con un peluquín de mejor calidad que el de sus tiempo del Teatro Circo Chino de Manolita Chen. Pero aún imitaba voces y distraía a la clientela que daba gusto.

Lo que mejor le salía era la discusión entre una jovencita y su novio para que no le metiera las manos debajo de las faldas y, sobre todo, una hipotética discusión entre él y su señora, acerca de los celos.

Había madrugadas que Carmen, La Reina Pastora, montaba en cólera, vamos, se cabreaba.

-Tú, desgraciado, como vuelvas a imitarme te rompo la cara -decía, y él, entonces, imitaba los gemidos de un perro asustado.

La clientela se desternillaba de risa y por eso pasó lo que tuvo que pasar. Una madrugada infausta, Carmen, La Reina Pastora, le tiró a su cónyuge una botella de Ponche Caballero con la intención de estrellársela contra la cabeza. Según me contaron, Paquito se agachó y la botella le dio a Loli, que venía de la calle de la Ballesta con su novio, Lucas, El Fino, a entonarse con unos calditos de yema.

LoIi cayó redonda al suelo, como muerta, y Lucas, El Fino, que, según decía, no pegaba nunca a una mujer que no fuera suya, le sacudió un navajazo a Paquito Donald en el corazón que no acabó con su vida porque marró por unos centímetros.

Desde entonces es inútil que ustedes le pidan a Paquito Donald que imite, porque se cabrea. Es mejor tomarse el consomé con yema y a otra cosa.

Juan Madrid es escritor.

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