Policiaco erótico-político
Desde que, a principios de los años cuarenta, los guionistas Preston Sturges y Billy Wilder consiguen dirigir sus propios guiones han sido muchos los que han recorrido su camino, pero, por lo general, no con su buena suerte. Sobre todo es mucho más corriente desde hace una década larga, una vez que se ha convertido en norma, que los realizadores hagan una o dos películas y, si no tienen un cierto éxito, desaparezcan del mundo cinematográfico.Éste es el caso de Mark Frost, quien, tras una larga y ancha etapa como guionista de televisión y también de cine, se lanza a la dirección con Storyville, un complejo policiaco, basado en una novela del australiano Frank Galbally, que la actualidad nacional ha hecho que se rebautice con el título El peso de la corrupción.
'Storyville'
Director: Mark Frost. Guión: Mark Frost, Lee Reynolds. Fotografía: Ron García. Música: Carter Burwell. Estados Unidos, 1992. Intérpretes: James Spader, Joanne Whalley-Kilmer, Jason Robards, Charlotte Lewis, Piper Laurie, Woody Strode. Estreno en Madrid: Imperial, Minicines, Vaguada, Albufera, Aluche.
A pesar de haber tenido problemas como coguionista para condensar en una hora y tres cuartos la compleja trama del original, queda muy claro que Mark Frost es mejor guionista que realizador. Le falta fuerza para dotar de interés a la compleja historia de poder desarrollada dentro de una familia sureña durante la campaña electoral del más joven de sus miembros, así como para integrar en ella la historia policiaca con ribetes eróticos que también encierra.
De forma que el resultado es una especie de convencional telefilme, pero que en otras manos mejores y con más experiencia habría podido convertirse en un atractivo policiaco. Por ejemplo, Mark Frost saca muy poco partido de un curioso juicio donde el abogado defensor ha sido amante tanto de la acusada como del fiscal.
En el capítulo de la interpretación, El peso de la corrupción también deja escapar un cierto tufillo a telefilme. Por un lado están los eficaces, pero fríos jóvenes no muy conocidos, James Spader, Joanne Whalley-Kilmer y Charlotte Lewis. Y, por otro, viejas glorias, plenamente convicentes, como Jason Robards, Piper Laurie y Woody Strode.
Babelia
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