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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Autoritarismo a la italiana

AL FORMARSE el Gobierno de Berlusconi, la atención europea e internacional se concentró en el hecho, desde luego escandaloso, de que figurasen en él ministros procedentes del Movimiento Social Italiano (MSI), heredero del partido fascista de Mussolini y defensor de su memoria. Era una novedad sin precedente en la posguerra. Sin embargo, es posible que no sean tanto esos ministros, sino el propio Berlusconi, con su llegada casi plebiscitaria al poder, quien represente una amenaza potencial para el respeto de unas formas de gobernar acordes con los principios democráticos.Con su imperio en el mundo de la comunicación y de las finanzas, Berlusconi formó en tres meses un llamado partido, Forza Italia, apoyándose en sus empresas de publicidad. De partido no tiene nada. Es una organización de funcionarios de Berlusconi, acostumbrados a agrupar gente en torno a las empresas del cavaliere. Esa ausencia de partido deja a Berlusconi las manos completamente libres.

Lo único que puede frenarle es el Parlamento, donde necesita mayoría para aprobar las leyes; y sus aliados, los neofascistas y la Liga Lombarda, que tienen, sobre todo esta última, sus compromisos con sus electores y sus propias reivindicaciones. Por ello son tan inquietantes las recientes declaraciones de Berlusconi sobre la necesidad de cambiar la ley electoral. La que rige actualmente es básicamente mayoritaria, si bien un 25% de diputados es elegido por representación proporcional. Con esa ley, Forza Italia y sus aliados obtuvieron mayoría absoluta en la Cámara de Diputados; sólo en el Senado la mayoría gubernamental puede tener dificultades para sacar adelante sus proyectos.

A Berlusconi esto no le basta, y para atacar a esa ley recurre a un argumento significativo: es intolerable, viene a decir, que la ley electoral no garantice al Gobierno una mayoría en las cámaras. Esa tesis niega principios básicos de la democracia y la necesaria división de poderes. Berlusconi quiere una ley electoral que ponga el legislativo automáticamente al servicio del ejecutivo. Pero lo propio de la democracia es que el ejecutivo tenga que negociar, según la composición de las cámaras, los apoyos que necesita. Por otra parte, la Liga Lombarda ve en el cambio de la ley electoral una amenaza para su propia independencia. En la etapa actual, la Liga tiene una actitud crítica e intenta ganar votos mostrando que ella no obedece siempre al gran empresario. El cambio de ley electoral tendría como uno de sus objetivos obligar a los aliados menores a someterse al partido más fuerte. Nuevas señales de autoritarismo, después del ataque contra la televisión estatal.

En la esfera de la política internacional también se ha manifestado un síntoma preocupante de los nuevos métodos italianos, concretamente en el marco comunitario. Que un país esté en desacuerdo con los cupos lecheros que Bruselas le atribuye es natural, ocurre todos los días. Para superar esas diferencias están los organismos comunitarios. Sin embargo, lo chocante en el caso italiano es el tono de arrogancia en que se ha planteado el desacuerdo, pasando inmediatamente a las amenazas de que Italia dejará de satisfacer sus pagos a la Unión Europea. Es un caso concreto, limitado. Pero no se puede olvidar que el partido neofascista, miembro del Gobierno de Berlusconi, tiene en su programa reivindicaciones irredentistas para que Italia recupere zonas que desde la II Guerra Mundial son parte de Croacia o de Eslovenia. Podrían surgir nuevos desafíos en temas de política exterior, lo que sería motivo de preocupación. No se puede olvidar que la adopción de métodos autoritarios en política interior lleva aparejada, de modo casi automático, la búsqueda de motivos en el exterior susceptibles de satisfacer una exacerbación del orgullo nacional.

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