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Alejandro, 3; Manolo, 0

Los nombres de pila tradicionales pierden peso en el Registro Civil

"Para entender esto hay que ver la tele". El empleado del Registro Civil está convencido de que su receta funciona. "A ver, si no, por qué el otro día les pusieron a unos gemelos Brenda y Brandon [protagonistas de la serie de televisión Sensación de vivir]".

El funcionario es poco dado a las extrañezas. Si acaso, recuerda a aquel padre que quiso ponerle A-Z a su vástago. "Sí, como el archivador. Decía que para él la criatura era el principio y el fin". "No le dejamos. Recurrió ante la Dirección General de los Registros y creo que se lo admitieron".

Tampoco le impresionan las modas. Y eso que a estas alturas debe de estar algo cansado de inscribir Alejandros, campeones absolutos del hojeo realizado por EL PAÍS entre los libros de nacimientos del Registro Civil de Madrid. De 73 inscripciones consultadas, hechas el pasado mes de mayo en las dependencias centrales, Alejandro es el nombre que más se repite (3), seguido por Adrián y Álvaro, empatados a dos. No hay Josés, ni Manueles: los nombres tradicionales se baten en retirada. Lo mismo ocurre con las niñas: ni una María del Carmen ("aunque hay muchas Marías a secas"), ni una Pilar. En cambio, dos Lorenas.

En el libro de la Maternidad de O'Donnell (que, junto al Doce de Octubre y La Paz, dispone de dependencias del Registro) hay otros cuantos Alejandros. Entre las niñas, las Saras ganan la partida (4 de 26 inscripciones). Andrea, Tania, Serezade, Clara, Nadia y Miriam son otras nuevas madrileñas nacidas en marzo y abril. Los varones se llamaron Borja (con o sin Francisco), Cristián (sin hache), Daniel, Sergio...

Otra moda son los nombres vascos, aun seguidos de apellidos castellanos: Ainhoa, Nerea, Aitor. Una novedad, porque un vistazo a un libro de 1973 arroja una colección de Guillermos, Verónicas, Yolandas o Silvias. "Entonces empezaban a modernizarse los nombres", explica el funcionario. Y es que, por ejemplo, en 1961 abundaban los Manueles, Antonios, Mercedes o Anas.

Las influencias televisivas han volcado sobre el Registro un alud de Jonatanes (sólo se admite sin h y en O'Donnell nacieron dos), Vanesas (con una s) y Jennifers. "Christopher no lo admitimos, porque tiene traducción", explica otro funcionario, el secretario judicial de la sección de nacimientos, Emilio Vivas. Por eso las aspirantes a Melanie tienen que llamarse Melania.

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La Ley de Registro Civil (artículo 192) marca restricciones: "Son nombres prohibidos por extravagantes los que por sí o en combinación con los apellidos resulten contrarios al decoro de la persona". También se veta "cualquier nombre que haga confusa la designación o que induzca en su conjunto a error sobre el sexo".

Sin embargo, se va a abrir la mano. Eso es lo que pretende un proyecto aprobado en febrero por el Consejo de Ministros. El texto -"aún no está aprobado, pero cuando salga a lo mejor tenemos que hacer muchos cambios de nombre", coinciden varios funcionarios- permitirá poner nombres extranjeros, sin traducirlos. Con esa norma ya no tendrá razón de ser la lista de prohibidos que incluye nombres como Jacqueline (Jacoba) o Hermann (Germán). Pero quizá siga vigente la prohibición de un nombre como el que osó un padre, quizás agradecido: Louis-Pasteur (inventor de la vacuna contra la rabia).

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