La crueldad en el 'cole'
El maltrato sistemático entre escolares, una realidad ignorada que empieza a preocupar en España
Es un fenómeno tan poco estudiado que aún no cuenta con un vocablo propio en España. En Inglaterra le llaman bullying, y posiblemente se convierta en poco tiempo en un nuevo barbarismo común en ambientes pedagógicos. Habla de niños para los que el colegio es un infierno, pero no por la dificultad de las materias, sino por el maltrato psíquico y/o físico sistemático al que les someten sus propios compañeros de aula.Los casos no son tan dramáticos como los niños asesinos del Reino Unido, ni tan televisivos como los colegiales armados hasta los dientes de Estados Unidos, pero los expertos consideran que se dan con mucha más frecuencia de lo que parece. Ni la mayoría de los profesores ni de los padres de las víctimas llegan siquiera a darse cuenta. Pero en el "teléfono del niño" estrenado recientemente en España, la mayoría de las angustiadas llamadas de los pequeños hablaban de presiones, chantajes y malos tratos en los colegios. Y se interrogaban inquietos: "¿no se enterarán, verdad?", ¿No sabrán nada en mi colegio?"
"El bullying (o mobbying en los países escandinavos) alude a una relación estable, permanente o duradera, que un niño o grupo de niños (o niñas) establece con otro/a, basada en la dependencia o el miedo. No se trata de fenómenos de indisciplina o violencia aislada, sino de un maltrato, hostigamiento, intimidación psíquica y/ o física permanente", señala Rosario Ortega, catedrática de Psicología Evolutiva en la Universidad de Sevilla.
Ortega pasó hace dos años un cuestionario entre 284 escolares de la segunda etapa de EGB en dos centros sevillanos. El 27% aseguraba haber sido maltratado o intimidado por sus compañeros con mucha frecuencia y el 22% confesaba que era violento asiduamente con sus camaradas
Víctimas
Entre ese 27% de víctimas confesas y el cerca de un 4% que afirmaba abiertamente sentirse infeliz y aislado en sus aulas se encuentran las principales víctimas del bullying. Ortega considera que, aunque el estudio sea muy localizado, los resultados son equiparables e incluso superiores a los obtenidos en los países en los que se han hecho estudios más amplios (Reino Unido, Estados Unidos, Japón, los países escandinavos).
"Quizá el porcentaje de maltratados frecuentemente pueda descender a un 10% en lugares con menos problemática social por paro, pobreza, etcétera, donde existe una menor violencia estructural que en la zona de los centros sevillanos estudiados", indica la citada investigadora.
Los estudios europeos muestran entre un 25% y un 10% de escolares que se autocalifican como víctimas y entre un 15% y un 10% de agresores confesos en el tramo educativo de educación primaria, porcentajes que oscilan entre el 15%-10% de víctimas y el 10%-5% de agresores autodeclarados en la educación secundaria, esperanzador descenso que Ortega ha comprobado también en la pequeña muestra realizada en Sevilla.
"Entre uno y dos escolares en cada aula tienen problemas personales con sus compañeros, se sienten aislados e infelices cada día en el centro escolar", deduce Ortega de su estudio.
Pero la víctima no tiene que ser necesariamente un niño aislado. "Muchas veces está en el centro del huracán, es el punto común de referencia para burlarse o descargar tensión. Incluso se piensa que en ocasiones las víctimas se convierten en tales como forma de llamar la atención o incluso para encontrar una identidad".
"Las víctimas suelen ser chicos y chicas con menos habilidades sociales que el resto de sus compañeros y con una extraña incapacidad para defenderse o pedir ayuda", añade Ortega. Según los estudios realizados, algunas víctimas exhiben activamente su condición, como si quisieran provocar la agresión de los matones, y otras acaban transformándose en agresores.
Son objeto de ridiculización constante, burlas, motes, insultos, golpes, bromas pesadas, humillación. "El aislamiento como tal suele ser más frecuente en las niñas, que usan mas a menudo la treta de no juntarse ni hablar con las víctimas".
Por contra, el perfil del intimidador -que suele ser más a menudo un chico que una chica, aunque ellas sean víctimas con igual frecuencia que ellos- suele ser el de un chico del mismo grupo escolar que el agredido, que actúa en solitario o en grupo, y que vive un clima de violencia en su casa con más frecuencia que otros alumnos. Suele tener poca conciencia moral sobre sus actos y una gran capacidad para autoexculparse -creerse que en realidad no está haciendo nada grave-, además de cierta popularidad entre sus compañeros.
Ante la ignorancia o desinterés de padres y profesores, la mayoría de los casos se sufren en silencio. Sin embargo, son conocidos por el resto de los compañeros, que tampoco intervienen por sentido de la complicidad.
El 87% de los alumnos sevillanos que contestaron el citado cuestionario afirmaba estar bastante bien informado de la situación que sufren algunos de sus compañeros y de quiénes son víctimas o verdugos. El 16% justificaba estos hechos y un 31% se mostraba indignado.
Otro aspecto importante se refiere a la consideración propia como posible intimidador. Así, un 41% se considera a sí mismo/ a potencial agresor de sus compañeros, un 49% cree que no lo haría y sólo un 10% descarta esa posibilidad rotundamente.
Ignorancia adulta
El infierno que parecen sufrir tantos escolares víctimas del bullying es, paradójicamente, ignorado por gran parte de los profesores y padres, así como por las autoridades educativas, que apenas recientemente están empezando a impulsar estudios y planes de intervenciónNo ocurre así en otros países. "En Inglaterra y los países escandinavos se están realizando grandes campañas de educación social a través de los medios de comunicación, la formación del profesorado y programas de intervención directa en las escuelas", informa Rosario Ortega.
La propia opinión de los escolares encuestados en Sevilla parece confirmarlo. El 45% opinaba que sólo a veces detenían los profesores el maltrato entre compañeros. Sólo la mitad de los que se consideran víctimas de sus compañeros informan a sus profesores sobre lo que sucede.
En cuanto a las causas, hay muchas interpretaciones. La citada investigadora de la Universidad de Sevilla rechaza la explicación biológica, la agresividad innata, y apoya decididamente la explicación social: "Lo determinante es la vinculación previa, las relaciones interpersonales que el niño vive en su casa y en su ambiente".
No duda en culpar también a la violencia inducida por los medios de comunicación de masas, que considera altamente nociva porque los niños no pueden elaborarla.
Cree Ortega que la desatención al problema se debe a que la escuela no suele ser un lugar en el que se potencien las relaciones sociales y a que los investigadores han estado más volcados en los problemas cognitivos que en el desarrollo moral de la persona.
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