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Droga, ladrones y extremistas en Gaza

La nueva policía palestina combate la delincuencia común pese a la alarmante escasez de medios

El teniente coronel HaMdi Alrifi extrae de un cajón dos bolsas de plástico y las coloca sobre su escritorio en la dirección de criminología de la policía de Gaza. "En total, 70.000 dólares de esto", dice extrayendo un robusto ramo de marihuana. Es, a todas luces, el mayor trofeo de la nueva fuerza policial palestina que se hizo cargo de Gaza hace un mes tras el repliegue de las fuerzas israelíes.Alrifi está evidentemente orgulloso. No tanto por el éxito inicial de su campaña contra los cultivos de marihuana camuflados entre viñedos y plantaciones de tomates como por el ingenio al que diariamente deben echar mano sus agentes para tratar de imponer la ley en el caos de Gaza prácticamente sin medios.

"Nos las arreglamos como podemos", dice Alrifi. "No tenemos dinero ni para comprar éstos", añade agitando dos ganchitos para papel. Es ciertamente un ejemplo alarmante si se tiene en cuenta que en las manos de Alrifi está la seguridad de una ciudad donde se mata, se roba y se trafica. Durante los 27 años de la ocupación israelí, las cárceles estaban llenas exclusivamente de prisioneros políticos. Los israelíes no tenían tiempo para lidiar contra el hampa, añade Alrifi, quien pasó 13 de sus 42 años en prisión por sus actividades nacionalistas. "Cuando se fueron los israelíes, no nos dejaron más que las paredes. Nada de equipo, nada. de información, nada de infraestructura. Ni siquiera un solo cable de teléfono", añade.

En pocos lugares son los síntomas de la crisis financiera de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) tan visibles como en las estaciones de policía de Gaza y Jericó. A pesar del fondo de arranque de 42 millones de dólares aprobado por la comunidad internacional en una reunión celebrada este mes en París para apuntalar la autonomía palestina, la situación todavía no ha cambiado. Muchos policías siguen comiendo gracias a la generosidad popular. La mayoría de las camionetas verdes donadas por Estados Unidos sin duda han visto mejores tiempos: sus muelles están rendidos, sus neumáticos lisos. Incluso los uniformes de los agentes son de una variedad que revela la improvisación derivada de una austeridad obligada. La estación de policía de Gaza no evoca, por tanto, la más pálida similitud con las comisarías en los telefilmes de Chicago. Nadie mejor que AIrifi sabe que, a menos que se adopten medidas de emergencia, su despacho se verá en apuros infinitamente más complicados y peligrosos que los episodios de Hill street blues.

"No tenemos vehículos adecuados para perseguir a los malhechores. Nos han dado regalado material de la Segunda Guerra Mundial", se queja Alrifi. Y no exagera: en el aparcamiento de la comisaría se destiñen al sol unas cuantas camionetas diésel sin otro toque innovador que matrículas rojiamarillas con las iniciales de la flamante Policía Palestina.

Alrifi no lo dice abiertamente, pero más que las drogas y los robos de vehículos, lo que preocupa a la autoridad palestina en estos momentos es la sórdida campaña de ajuste de cuentas entre palestinos. Los policías tratan de contener la ola de venganza de prisioneros recién liberados contra los colaboracionistas de Israel, que los mandaron al calabozo. La cuestión ya ha generado ásperos intercambios entre el Gobierno de Isaac Rabin, que insiste en proteger a sus ex-agentes, y militantes de la OLP, que están dispuestos a tomar la ley en sus manos. "Aquí la única autoridad somos nosotros", dice Alrifi, "y mejor que vayan entendiéndolo bien todos. La ley es la ley y matar va contra la ley".

La policía está minimizando otras amenazas. Grupos fundamentalistas islámicos de Hamás, por ejemplo, anunciaron hace dos días "medidas apropiadas" para combatir "la corrupción de la sociedad", es decir, el consumo de alcohol, la prostitución y el uso de biquinis en la playa. "Que sepamos, el alcohol no va contra la ley y no hay pruebas de que exista prostitución en Gaza, y si unos quinceañeros quieren tratar de convertirse en jueces y ejecutores, pues tendrán que vérselas con nosotros", advierte Alrifi. Eso, naturalmente, siempre y cuando la policía esté en condiciones de cumplir con su misión.

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