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EL LABERINTO DE LA ADMINISTRACIÓN

Huchas vacías

Abrir una libreta de ahorro infantil puede ser un regalo envenenado

Juan y Rocío eran chiquitines cuando su padre les acompañó para abrirles una cartilla de ahorro. Ahora tienen cinco y seis años. En enero de 1992, con dos años menos, decidieron romper sus huchas, donde habían depositado todas las propinillas; llegaron a reunir 5.000 pesetas cada uno. Después de discutir con su padre, decidieron que su mejor destinó era llevar el dinero a un banco, donde, con el tiempo, iría creciendo.Con las 5.000 pesetas en el bolsillo de cada uno, y de la mano de papá -Raúl Reitze de la Maza-, acudieron a la oficina de la Caja Postal en Leopoldo Alas Clarín (al noroeste de Madrid), donde abrieron sendas cartillas. En la de Rocío se ingresaron 5.042 pesetas y en la de Juan 5.412; más o menos, las sumas que las abuelas, tías o parientes suelen depositar como regalo en fechas señaladas.

Raúl no recuerda que le informaran del abanico de productos que el banco pone a disposición de sus clientes. Abrió las dos cartillas de ahorro compartiendo con cada uno de sus hijos su titularidad y se olvidó del asunto.

Hasta hace unas semanas, en que a los niños se les ocurrió un destino para sus ahorros: comprarse unas zapatillas. Su padre se dirigió de nuevo a la oficina del banco para recuperar el dinero, y ¡sorpresa!: les habían quitado a cada uno las 5.000 pesetas que ingresaron en concepto de comisiones por el mantenimiento de la cuenta.

193 y 566 pesetas

Al cabo de dos años, la cartilla de Rocío presentaba un saldo de 193 pesetas, incluidas las 151 pesetas que sumaban los intereses. En el caso de Juan el saldo era mayor: 566 pesetas. A Raúl Reitze le entró la risa. Pero a sus hijos no les hizo ninguna gracia: "Le vamos a enviar una carta a Papá Noel para que Dios les deje piedras a los del banco".Reitze pidió explicaciones al director de la sucursal. Con toda cordialidad le contestó que los asientos por comisiones se realizaban desde el ordenador central del banco y se ajustaban a la legalidad. No obstante, trataría de hacer una gestión indagatoria para ver qué podía hacerse. Desde el 13 de mayo, Raúl Reitzer no ha recibido respuesta.

Según la letra pequeña que acompaña a los contratos de cuentas corrientes o libretas de ahorro autorizadas por el Banco de España, los bancos gozan de libertad para aplicar un baremo de comisiones que va del 0% al 100% a las cuentas de sus clientes. En razón a la solvencia de éstos y el volumen de sus depósitos los bancos aplican el porcentaje conveniente. Hace ya unos años que los bancos decidieron penalizar las cuentas pequeñas, las que les estorban. Y lo advierten en la letra pequeña de los contratos, la que apenas se lee. En este caso, fuentes consultadas del grupo Argentaria, al que pertenece la Caja Postal, apuntan que la tasa de penalización o comisión por mantenimiento de la cuenta es de 500 pesetas semestrales. "Su objeto no es otro que liberar la memoria de los ordenadores y persuadir a los titulares de cuentas pequeñas de su inutilidad", afirman en fuentes del grupo.

Reitzer río lo sabía. Tampoco sabía que Caja Postal sacaría en marzo de 1992 una libreta infantil exenta de comisiones, pero con aportaciones mínimas de mil pesetas al mes. De haberle informado, quizá sus hijos se habrían pagado las zapatillas con el dinero ahora perdido por traspasarlo desde su hucha a una cartilla.

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