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MUNDIAL 94

Las últimas horas

Aglomeración en Nueva York, poco público en Dallas y demasiado calor en Orlando

El tema que más interesa actualmente a los norteamericanos no es la marcha del fútbol, sino del calor. El marcador donde están clavadas las miradas es el termómetro. Pero esto también afecta al fútbol. En Orlando, el punto más tórrido de todas las sedes, los encuentros empiezan a las 12.30 de la mañana, en parte por los compromisos de transmisión con Europa y en parte por el temor a las desaforadas tormentas del atardecer. La naturaleza participa en el campeonato al punto que, según su conducta, se cambiará o no de campo en San Francisco. Si hay terremoto en el Stanford Stadium se pasará a jugar en Pasadena y si lo hay en la Rose Bowl, se celebrará todo en San Francisco. Un acontecimiento adverso, ya previsible, es la congestión de tráfico que se espera en los entornos de la Rose Bowl, cuyos accesos se encuentran afectados todavía por las consecuencias del seísmo de enero en Nortridge, a 35 kilómetros.Menos problemas de aglomeración tendrán en Dallas donde España juega su encuentro. Mientras para el Italia-Irlanda de New Jersey se pagan hasta 150.000 pesetas por entrada, ni los hoteles han cubierto sus previsiones ni se ha vendido la totalidad del aforo en el Cotton Bowl (63.998 espectadores). En Dallas se esperaba que fuera México uno de los equipos de la sede, pero en su lugar le han caído conjuntos como Bulgaria y Corea del Sur (dos veces) y Nigeria. España, Alemania y Argentina jugarán sólo una vez y los seguidores se han instalado en torno a Chicago y Boston. En Chicago existe una vasta comunidad de alemanes que ha inducido a ¡mprimir información en su idioma. Como compensación intemacional, Dallas es importante porque allí se encuentra el cuartel general de las comunicaciones con todo el mundo. El International Broadcast Center cubre una superficie de 75.000 metros cuadrados y es reponsable de que 32.000 millones de televidentes, en suma agregada, contemplen apropiadamente el acontecimiento. Y lo oigan.

Alrededor del Mundial se han organizado conciertos, exposiciones, paradas y un archipiélago de actos de afirmación nacional a cargo de las embajadas. Nada que entusiasme por el momento a los norteamericanos. En Washington, los que viven cerca del Robert F. Kennedy Stadium. se sienten felices no por el fútbol en cuanto a esencia, sino por el fútbol en cuanto contingencia. Llevaban 25 años esperando a que les arreglaran las calles del barrio.

En general, la organización ha gastado poco en infraestructuras. En la renovación del Stanford Stadium (construido en 1921) se han empleado 300 millones de pesetas. Y una cantidad semejante se ha invertido en la producción de hierba para el interior de la Silverdome donde juega Estados Unidos con Suiza el sábado. La creación de su césped especial -Kentucky bluegrass- es obra de la Universidad de Michigan que ha patentado el sistema para exportar a otros recintos.

Tampoco los hinchas son perfectos. En unos casos, la FIFA ha reclamado vallas, en otros la prohibición de bebidas alcohólicas en los estadios. Los norteamericanos han discutido ambas disposiciones y actualmente hay vallas pero no siempre y hay restricciones de alcohol pero no en todas partes y no durante todo el partido. La norma más repetida es permitir la venta de cerveza hasta después del descanso. En el caso del Cotton Bowl, donde juega España, no se podrá comprar cerveza después del medio tiempo, pero a unos metros del estadio, en Fair Park, se puede tomar una caña después del partido.

Cerveza, refrescos, duchas. Con el carrusel del fútbol coincide una ola de calor. Para hoy en Chicago, a cuya ceremonia inaugural acudirá el presidente Clinton, se prevén cerca de 30 grados húmedos, pero mañana para el equipo de Estados Unidos y sus 77.000 espectadores de la Silverdome, la temperatura de esa cápsula sin aire acondicionado puede superar los 35. España en Dallas puede encontrarse con un relativo horno. Lo importante será que el sofoco no se extienda.

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