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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paisaje andaluz

TODAS LAS comunidades autónomas situadas al sur del Ebro y el Tajo votaron socialista hace tres años. Tras las elecciones del domingo, sólo en Extremadura y Andalucía mantiene el PSOE ventaja sobre el PP, y en ambos casos se ha estrechado de 27 a 4 puntos. En Andalucía, además, el PSOE ha dejado de ser la fuerza más votada en dos de las ocho provincias, y el panorama global resultante plantea serios problemas de gobernabilidad. Por una parte, Izquierda Unida ha reiterado su desinterés por un pacto con los socialistas y, por otra, el retroceso de los andalucistas les incapacita para desempeñar ese papel de complemento suficiente para una mayoría encabezada por el PSOE.Los socialistas pierden 580.000 votos respecto a las generales de hace un año: más de una cuarta parte de los dos millones de entonces. El PP, por el contrario, no sólo retiene a sus votantes de 1993, sino que los aumenta en 43.000, pese a la menor participación (67% ahora, frente al 77% del año pasado). Eso no ocurre en otras comunidades, pues el PP obtiene en conjunto 750.000 votos menos que el 6-J. El castigo a los socialistas ha sido, por otra parte, mayor en las autonómicas (en las que se queda en el 38,6%) que en las europeas (40,9%). Esto último puede explicarse tal vez por el voto andalucista, que es algo mayor en las autonómicas (5,8%) que en las europeas (3,7%).

La izquierda (PSOE más IU) sigue siendo mayoritaria en Andalucía (57%, frente al 34% del PP), aunque ve reducida su ventaja en 10 puntos. Ello significa que el ascenso de IU no compensa el retroceso del PSOE. Pero, además, la modificación de la relación de fuerzas entre esas dos formaciones dificulta la expresión institucional de esa mayoría genérica de la izquierda. La modificación es considerable. En 1982, la relación era de diez a uno a favor del PSOE, y de cinco a uno en las generales del año pasado. Ahora es de dos a uno.

Anguita reiteró ayer que quien quiera pactar con IU tendrá que aceptar su programa: que la mayoría pase por el aro de la minoría o renuncie a pactar. Ese planteamiento, que Anguita cree de cajón, más bien refleja cierta incomprensión del funcionamiento del régimen parlamentario. En todo caso, es un planteamiento tranquilizador para los sectores liberales y conservadores, que verían con preocupación un deslizamiento del PSOE hacia estrategias de unidad de la izquierda. De momento, un planteamiento de ese tipo en Andalucía dificultaría la alianza en el ámbito nacional con CiU. Así lo hizo ver ayer mismo Miquel Roca al advertir que las contraprestaciones que Anguita podría exigir a cambio de un pacto en Andalucía, en terrenos como la política laboral y otros, pondría en peligro el apoyo nacionalista al Gobierno de Felipe González.

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Esa dimensión nacional de Ia gobernabilidad en Andalucía dará ocasión seguramente a un debate también de ámbito nacional en el interior del PSOE. Tal vez los guerristas vean la ocasión de matar dos pájaros de un tiro: pactar con IU en Andalucía y romper el pacto con CiU en Madrid. Pero ello supondría abandonar la línea de moderación iniciada en el 290 congreso y que permitió a los socialistas construir una mayoría de centro-izquierda en 1982 (y mantenerla durante más de una década).

La hipótesis alternativa sería la de asunk la posición centrista en que los resultados han colocado al PSOE e intentar gobernar en solitario, pactando cada votación parlamentaria, según su contenido, bien con IU, bien con el PP. Ello supondría aceptar la oferta implícita deslizada por Javier Arenas en la noche electoral, cuando se comprometió a respaldar cualquier propuesta que beneficie a Andalucía, independientemente de quien la proponga. Pero es una hipótesis de dificil plasmación: falta entrenamiento en comportamientos no sectarios en las tres partes implicadas.

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