El suspenso de Felipe González
La derecha se ha agrupado, la izquierda se ha dividido y el presidente del Gobierno, Felipe González, no ha entendido el mensaje. El análisis del resultado de ayer se prestaba a lecturas agridulces para todos. Los dirigentes de las fuerzas políticas nacionales, PSOE, PP e IU, reconocían en privado sus dudas respecto a que los resultados hubieran sido los mismos si los comicios hubieran sido generales.Los socialistas, a pesar de su tristeza, se congratulaban de que sus amigos de Convergència i Unió (CiU) hubieran salido revalidados en Cataluña. El resultado al alza del partido de Jordi Pujol permite a Felipe González continuar con su buscada estabilidad parlamentaria. No lo ha conseguido por sí mismo, pero, y no es poco, con sus socios puede mantener su decisión de no convocar elecciones generales.
El éxito del presidente del PP, José María Aznar, ha sido el convertir estas elecciones en un examen a la política gubernamental del último año, y el resultado ha sido un suspenso. Los populares, no obstante, tienen que medir muy bien la procedencia del aumento de sus votos, ya que no indican que hayan igualado el fenómeno de 1982. A pesar de que a partir de hoy hablarán de la cercanía del cambio, no han conseguido unir ese bloque heterogéneo de 10 millones de votos que fueron hace 12 años para el PSOE. Hasta ahora, Aznar ha conseguido arrebatar hasta el último voto del CDS, que obtuvo cinco escaños en las anteriores europeas, y los dos de José María Ruiz-Mateos. Por tanto, sigue sentado sobre el colchón de la derecha y el centro-derecha, sin conseguir morder lo que ha dado en Hamarse el voto progresista.
Los socialistas han perdido votos por su izquierda en beneficio de la coalición que dirige Julio Anguita. González anunció hace un año que había entendido el mensaje. Sus votantes no lo han creído así. Los escándalos de corrupción que han afectado a las más altas instancias del Estado y la duda espesa sobre la financiación de su partido han pesado como una losa en los votantes que dieron una oportunidad a González el pasado 6 de junio. Ahora se va a abrir un debate en el PSOE respecto a si la decepción del voto progresista puede mitigarse con una política de gestos que afecten a la moral pública o también tiene que ver con la política económica. Hoy mismo entra en vigor la reforma laboral, sobre la que Julio Anguita ha derrochado detalles durante toda la campaña como argumento para que los trabajadores y las gentes de izquierda retiraran su apoyo al Gobierno. La contradicción estará servida en las filas socialistas cuando por un lado los partidarios de un entendimiento con IU exhiban los resultados electorales y Felipe González tenga que mirar permanentemente a Cataluña para no llevar a cabo una política que obligara a Pujol a retirarle el apoyo.
En IU, acostumbrados a los varapalos y a un electorado poco fiel, se rezumaba ayer entusiasmo, pero se mostraban dispuestos a no bajar ni un momento la guardia. La duda estaba en que el alza de hoy puede ser un mero castigo coyuntural a los socialistas para volver a darles su apoyo dentro de tres años si la legislatura se mantiene.
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