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Las grandes superficies

Juan José Millás

Recuerdo qué hace una semana, quizá dos, la policía encontró un prostíbulo dentro de una sauna. No doy ahora con el recorte, la verdad, porque tengo la mesa hecha un desastre, pero lo leí en estas páginas. O sea, que entró la policía en lo que parecía un baño turco y resulta que era una casa de putas sin aire acondicionado. Lo daban como noticia, pero a lo mejor no es tan raro; a lo mejor un prostíbulo dentro de una sauna es tan normal como un gusano en una tableta de chocolate, unos gorgojos en un paquete de arroz o unas "deficiencias higiénico-santiarias" en un almacén de Día. Donde menos se espera salta la liebre. El pasado domingo, dentro de un pozo de San Martín de la Vega, había un magrebí con la cabeza llena de balas.Los periódicos existen precisamente por eso, porque a veces dentro de las cosas aparece algo que no es y hay que decirlo. Yo un día encontré un ejército de berberechos en una lata de mejillones, pero cuando llamé a la tienda para protestar me explicaron que los berberechos estaban en su sitio: el error era del etiquetado. A veces el error está fuera en lugar de dentro. Ahora, por ejemplo, es muy frecuente que la policía entre en un piso de sesenta metros cuadrados, sin ventilación, y encuentre a sesenta chinos confeccionando pantalones vaqueros clandestinos. Los chinos están bien, donde deben y en las condiciones que les corresponden, sin seguridad social ni zarandajas de ésas, y cori salarios de esclavos. El error está en el etiquetado, es decir, en el nombre de la calle donde aparece el taller de costura, que tendría que estar escrito con caracteres chinos.

En China hay muchos talleres de ésos, pero allí no son ilegales, aunque también trabajan a miles de kilómetros de aquí y en peores condiciones. Lo ilegal esesclavizarlos tan cerca. Algunos de esos libros infantiles tan bien cosidos y tan llenos de valores democráticos, que los europeos regalamos a nuestros hijos para educarlos en la cultura de la libertad, están hechos por esclavos a miles y miles de kilómetros de distancia. Lo escandaloso sería que los hicieran aquí al lado, hombre, con los partidarios que somos nosotros del Estado del bienestar.

El Estado del bienestar se manifiesta, por lo general, en las cosas grandes. Cuando una ciudad cuenta con hipermercados de la salud como La Paz e hipermercados de la cultura como el Leguidú, es porque el bienestar está alcanzando cotas históricas. Lo que no sabemos es si el Leguidú va a ser tan fácil de llenar como La Paz. En La Paz, a veces, tienen que poner camas en las salas de espera para atender a todos los que van, o sea, que es un éxito, como cuando en las conferencias hay que colocar sillas en los pasillos laterales. Lo que pasa es que el Leguidú es demasiado grande, no sé yo si habrá enfermos para llenar todas sus dependencias, sobre todo si no mejoran el mailing que el otro día no me invitaron a la presentación. Aunque de todos modos no habría ido, porque tenía hora en La Paz, con un psiquiatra que me controla las tendencias suicidas. Por cierto, que estaban los pasillos llenos de gente completamente enferma, como yo: un éxito, ya digo.

Propongo que, cuando el Leguidú funcione, las ambulancias dejen a un loco en el Leguidú ya otro en La Paz, al fin y al cabo los dos centros son grandes superficies. A lo mejor no es tan sorprendente econtrar un suicida en una fábrica de cervezas como un prostíbulo en una sauna o un taller clandestino en una lata de berberechos, pero tendria garantizado un lleno permanente, y de eso es de lo que se trata, de llenar De rellenar, más bien.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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