Fin de trayecto
Valencia, Valladolid y Madrid, tres plazas seguras para un final apoteósico de campaña. Aznar quiere concluir esta gira mecido por las multitudes para sonar con el vuelco, una idea de la que ningún dirigente popular habla en público, pero que comenta en privado. El vuelco es que el PP le saque 10 puntos de distancia al PSOE, un porcentaje que abriría la puerta a unas inmediatas elecciones generales, una posibilidad ciertamente dificil, pero que ya no consideran imposible. El pasado miércoles en Valencia, como ayer en Valladolid y hoy, previsiblemente, en Madrid, la plaza de toros estaba abarrotada de un público entregado, ansioso, ganador. Una masa que piropea, canta y chilla, cuyo silencio o cuyo clamor eran conseguidos por un gesto, por una vis de un orador que no va de caudillo. Aznar, en este final de campaña, administra el triunfalismo, consciente de que cualquier exceso de confianza podía perjudicar el resultado de su partido el próximo domingo. La pasión y el entusiasmo de los votantes populares es patente y, pese al desengaño que sufrieron el 6 de junio del año pasado, hoy parecen no, contemplar otro resultado posible que la victoria. En caso de perder, su desencanto sería inenarrable. Aznar, que cuenta con el voto de la derecha y del centro -el apoyo público de Leopoldo Calvo Sotelo a su proyecto político refuerza el perfil ucedé del PP-, se encuentra con fuerzas para buscar ahora el voto de la izquierda, que ha empezado a pedir explícitamente en nombre de un regeneracionismo moral y político. El centro-izquierda español, como ayer el centro-derecha, empieza ser una clientela buscada por los partidos que están a sus lados, lo que refleja un desplazamiento del centro de gravedad del espectro político nacional.A este final trepidante de mítines se reincorporaba ayer en Valladolid Abel Matutes, cabeza de lista y candidato cincunstacial de estas elecciones, que 48 horas antes había abandonado para preparar los debates de televisión menos apasionantes y apasionados que se recuerdan. El efecto perverso de la televisión sobre la política es que si el espectáculo es consustancial al medio, no lo es a la actividad pública. Si a ello se añade que ni Matutes ni Fernando Morán son dos showmen y que los contenciosos europeos son de una cierta complejidad técnica, se entiende, por qué Valerio Lazarov programara el debate para después de la medianoche.El tono de la campaña de estas elecciones europeas se ha vuelto decididamente nacional, con las elecciones andaluzas, incluso, en un segundo plano. Ello es un éxito de la estrategia de los populares, porque las elecciones europeas son, tradicionalmente, las más propicias para que un Gobierno sea castigado por su electorado. El Gobierno y el PSOE no parecen haber sabido desviar esa ofensiva o, al menos, frenarla en las complejidades de los temas comunitarios. El frente antisocialista que se ha ido forjando en los últimos años, un frente complejo, sólido y sinuoso, vuelve a tener a la vista el palacio de la Moncloa. Las elecciones del próximo domingo pueden ponerle a sus puertas.
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