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"Soy pesismista respecto a la Universidad española"

Aunque Julián Marías tiene contabilizados los pocos días que le faltan para cubrir 80 años, no precisa el número exacto de sus obras, que sobrepasan el medio centenar. Más que nunca sabe cuáles son las obras que le gustaría dejar terminadas, tras una vida de permanente esfuerzo -ahí es nada: un ex republicano intentando vivir como escritor durante el franquismo-, después de haber estudiado en ese momento excepcional de la Universidad española que fue la II República, y donde recibió las enseñanzas de Zubiri y Gaos, y sobre todo de Ortega y Gasset, cuya línea de pensamiento se ha esforzado en continuar. Amable y tolerante, Marías parece tan indiferente al calor de una tarde de junio como el público que llega al salón de actos del Instituto de España donde se ha de celebrar, con motivo de sus 80 años, una de las sesiones de estudio sobre su obra y pensamiento.Pregunta. Es usted el conferenciante quizá más veterano de España.

Respuesta. (Risas). Llevo mucho tiempo haciéndolo.

P. Quizá fue porque no le dejaron ser catedrático.

R. Tampoco lo intenté. Ni creo que me hubieran dejado. Nunca tuve un certificado de adhesión al régimen. Sólo he sido profesor oficial de 1980 a 1984.

P. ¿Cómo cree usted que le han tratado en España?

R. La España oficial, en general, mal. Pero la sociedad no; siempre he tenido amigos excelentes, oyentes y muchos lectores.

P. Además, de muy diverso tipo.

R. Sí, ahora hay un editor barcelonés arriesgado que se propone recoger en cuatro volúmenes todos mis escritos sobre cine.

P. Su Historia de la filosofía es uno de los grandes éxitos editoriales.

R. Lleva 41 ediciones, algo improbable para un libro de filosofia. Fue el primer libro nuevo de un autor nuevo después de la guerra. La familia de Pascual Duarte se publicó casi dos años después. No me conocían y era lo mejor que me podía pasar... Hasta el 1951 no pude escribir un artículo en un periódico [a causa de su pasado republicano]. La vida no era muy fácil.

P. Para un intelectual aquel páramo debía de ser particularmente difícil.

R. Bueno, no era tan páramo, si uno quería hacer las cosas. En 1977 escribí un artículo en EL PAÍS que se titulaba La vegetación del páramo, en el que recordaba los libros libres que se habían publicado en España desde 1941 hasta la muerte de Ortega en 1955. Una lista muy importante de obras que no escribía precisamente Franco pero que se publicaban a pesar suyo. El que quería hacer algo lo hacía. Con dificultades, pagando un precio, pero se podía.

P. Estamos en la antigua universidad de San Bernardo [de Madrid]... la suya.

R. Tuve la suerte extraordinaria de estudiar de 1931 a 1936, un tiempo increíble en la Universidad Española, especialmente en filosofía y humanidades. Años maravillosos de espíritu de libertad, de vocación intelectual, de calidad de los profesores, y también entusiasmo de los estudiantes.

P. ¿Y cómo ve ahora la Universidad española?

R. La veo desde lejos porque no estoy en ella, pero la veo mal. La guerra fue un desastre. Destruyó todo en la Universidad, como es natural. Al acabar la guerra había profesores que habían muerto, otros se habían jubilado, otros habían emigrado... Hubo una depuración política, nombramientos nuevos. Sobre todo, la Universidad perdió la libertad intelectual que había tenido. Desde entonces no ha vuelto a ser lo que fue.

P. ¿No le parece a usted asombroso que nadie quiera hablar de ello?

R. Es el problema sobre el cual yo estoy pesimista. Porque en general soy optimista y tengo mucha confianza en la vitalidad española. Pero no tengo esperanza de que la Universidad española se ponga bien en un plazo breve. Además hay una tendencia a eliminar lo esencial: los estudios de lenguas clásicas, historia, literatura, filosofia, están reducidos al mínimo. En las grandes universidades americanas, los institutos de tecnología dedican un tercio de su esfuerzo a las humanidades: por eso tienen la mejor tecnología del mundo.

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