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Vuelan en subasta los bienes de los Ferruzzi

El clan hasta hace poco más poderoso de Italia contempla la venta públíca de sus objetos íntimos

"Adjudicado, a la una, a las dos, y ¡a las tres!". El mazazo ritual cierra la puja y 20 ceniceros que pertenecieron al suicida Raúl Gardini vuelan, por algo más de 120.000 pesetas, hacia un ilustre desconocido que se esconde tras el anonimato del teléfono. La sala de Sotheby's en Milán ha conocido operaciones más millonarias, pero hacía tiempo que no registraba una afluencia de periodistas internacionales como la del pasado martes: eran 45, y varios de ellos representaban a la crema de la prensa económica de Japón y Estados Unidos.No es frecuente tampoco que una subasta pueda suscitar el morbo de la venta pública de los objetos íntimos de una familia que, en un país exagerado como es Italia, ha sido el símbolo del poder, del lujo desenfrenado, de una arrogancia que hasta que hizo eclosión la fortuna de los Ferruzzi, tras la muerte del prócer, Serafino, los italianos sólo habían imaginado en detalle a través de Falcon Crest y Dinastía.

Palacios, villas, barcos, incluidos los diversos Moros de Venecia que llevaron a Italia hasta la Copa del América de la mano del fantasioso Gardini, elementos todos de la escenografia cortesana de unos personajes que saltaron de la proVincial y tranquila Rávena a la conquista de la agricultura mundial y del coloso químico Montedison, pasan ahora de mano en un ambiente de derrumbamiento total, de crisis catártica e irreversible. Es normal que, simultáneamente, los acreedores de los Ferruzzi traten de hacer liquidez con los objetosque amueblaron y decoraron tan fabulosos recintos.

En el siglo XVIII, una venta como la que Sotheby's inició el martes en Milán, para proseguirla hasta el sábado, significaría el fin de vida de un aristócrata disoluto, capaz de perder realmente la cabeza por las mujeres y el juego. En el siglo XIX, la misma escena podía afectar a un empresario pese a todo honrado, tal vez aniquilado por el cambio tecnológico. En estas postrimerías del siglo XX, hay un solo caso tipo: esa carrera desenfrenada por la ingeniería financiera, por las relaciones políticas sospechosas, la corrupción ambiental y las comisiones ilegales que han terminado por envolver a los Ferruzzi. Lo que se subasta en Milán son menudencias, apenas un símbolo. Hay buenos cuadros, aunque no tesoros artísticos, tapices, una cama rococó de matrimonio, dos lámparas únicas diseñadas por la arquitecta Gae Aulenti y otros caprichos. Mediante la venta de unos 3.000 objetos, se espera sacar éntre 300 y 500 millones de pesetas. Se trata de bienes que los Ferruzzi tenían a nombre de su sociedad holding, la Serafino Ferruzzi, SRL, que ha sido declarada en quiebra.

Quedan todavía palacios y otras propiedades personales, aunque en muchos casos los jueces los tienen también embargados como medida cautelar para asegurar el pago de futuras responsabilidades. Precisamente en uno de esos domicilios requisados, el palacio de Rávena, donde vivieron Gardini e Idina Ferruzzi, su viuda desde hace un año, se produjo recientemente un robo importante de joyas.

No es fácil saber cuál es hoy la situación económica real de la familia Ferruzzi. Sus miembros se dejan ver poco, salvo porque frecuentemente tienen que comparecer a juicio. Han sido acusados hasta de formar un asociación de delincuentes. Idina vive en un modesto hotel de Rávena, pero a su hijo, Iván, no le falta un Mercedes con chófer que le espere cuando llega a un aeropuerto.

Idina ha decidido hacer voto de castidad como terciaria carmelitana. Se hará monja seglar, en definitiva, como ya es su anciana madre. En Italia se pasa con facilidad de La caída de la casa Usher a Laforza del destino.

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