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Aquí hay una mafia

Rojas / González, Sánchez,Higares

Tres toros de Gabriel Rojas (dos fueron rechazados en el.reconocirniento, uno devuelto); tres de Carmen

Ordóñez: 2º, 6º chico anovillado e impresentable, y un sobrero también devuelto; 3º, segundo sobrero de Román Sorando; 5º, cuarto sobrero, en

sustitución de un tercer sobrero asinúsino, devuelto, ambos de Julio de la

Puerta. Todos inválidos, que provocaron un continuo escándalo.

Dámaso González: media estocada tendida baja (ovación y saludos);

pinchazo, estocada corta y rueda de peones que tira al toro (silencio).

Manolo Sánchez: media (silencio); pinchazo, estocada trasera y descabello (palmas). óscar Higares: pinchazo

bajísimo y bajonazo descarado (silencio); estocada caída y rueda de peones que

tira al toro (minoritaria petición,

aplausos y también grandes protestas cuando saluda).

Plaza de Las Ventas,, 2 de junio. 20º,.corrida de feria. Lleno.

Aquí hay una mafia o no se explica...Aquí hay una mafia o no es posible entender cómo se las gasta quien sea para cometer un fraude permanente con los toros y que quien corresponda no haya tomado ya cartas en el asunto.

Los toros salen manipulados la mayor parte de las tardes para quitarles la agresividad y la fuerza, y esta tarde de autos aparecieron con claros indicios de drogadicción o de embriaguez: Cuál es el procedimiento, si la tal droga o el improbable alcohol, si envenenamiento o paliza, eso será lo que haya de investigar quien corresponda.

Si es que quiencorresponda tiene la menor intención de investigar algo, pues han estado saliendo durante toda la feria -¡y ya van 20 funciones!- toros. sospechosos de afeitado, toros con sospechosa invalidez, corridas enteras bajo la sospecha de haber sido drogadas dados los síntomas de flojedad general, amodorramiento y descoordinación que padecían, y el presidente de tan da no fue capaz, ni siquiera, de enviar sus vísceras a examen para descubrir qué había pasado allí, a pesar de que el vigente re glamento tiene prevista la medida.

Los toros de esta corrida nefasta que sacó adelante la empresa y permitió la autoridad, los cuatro ejemplares titulares que pasaron el reconocimiento, los dos sustitutos, los cuatro sobreros, pertenecientes el total de diez a cuatro ganaderías distintas y diversos encastes, presentaban todos la misma sintomatología: invalidez, falta de agresividad, aturdimiento crepuscular, ausencia de equilibrio y hasta pérdida del rumbo.

Ninguno salió del los chiqueros así, sin embargo. Antes al contrario, irrumpían veloces y enfurecidos, se recrecían a la llamada de los peones, correteaban inquietos por todo el redondel y apenas había transcurrido par de minutos cuando, de repente, les entraba el temblor en el cuerpo, se les esfumaba la codicia, trastabillaban, les cambiaba la personalidad y se desplomaban en la arena. Caso especialmente llamativo fue el quinto, un precioso colorao que galopó tres o cuatro veces el ruedo en todas direcciones a velocidad desenfrenada con el tranco limpio y la estampa altiva y, de súbito -par de minutos habían transcurdido no más- le sucedieron los males que se acaban de enumerar, y quedó convertido en una piltrafa.

Una mano negra ha de estar cometiendo en la soledad oscura de los corrales siniestra manipulación de los toros, pues no tiene lógica que devengan en raza cárnica inservible para la lidia, tan pronto pisan el ruedo. Ni el más tonto del pueblo se puede creer esas excusas tópicas de los taurinos, que divulgan. sus corifeos y tienen el máximo eco en los revisteros áulicos: la monserga de la casta, el cuento chino de la gimnasia funcional, el culebrón del estrés, la novela científica-de la dieta alimenticia, la sequía, la inundación.

Llegan los taurinos, o sus portavoces, o los sansirolés útiles -que nunca faltan-, y te cuentan cargados de razón una historia de estas para no dormir, pretendiendo justificar lo injustificable. Pero ya no convencen a nadie. Los toros se caen porque el taurinismo quiere que se caigan. Algo les hacen. Falta averiguar qué. Y falta averiguar quién es el ejecutor, quién el inductor, quién el encubridor, hasta donde alcanza la corrupción que ha dado carta de naturaleza y mantiene en la impunidad la comisión de estos delitos.

Porque hay delitos. El atropello es de una preocupante gravedad. Y resulta, además, que sus brutales consecuencias se extienden a los propios aficionados. Todos aquellos del famoso tendido 7 que se significan por su intransigencia contra el fraude y piden toro (sólo eso: toro) han sido amenazados de muerte y algunos hasta han sido golpeados por gente desconocida. Podría decirse que algún bromista, algún exaltado... Pero no. Se trata de alguien que conoce su filiación y tiene acceso a bases de datos, pues conoce sus domicilios, número de teléfono, matrícula del coche. Llamadas a altas horas de la noche, anónimos pasados bajo la puerta o colocados en el parabrisas, les avisan: "Estás sentenciado, por protestar..."

, Hay precedentes: ya estos mismos aficionados sufrieron amenazas y palizas hace un par de años y lo denunciaron al propio José Luis Corcuera, entonces Ministro del Interior, y les contestó que tomaría cartas en el asunto. No tomó cartas ni sellos, evidentemente. Y la extorsión vuelve. Se trata de un proceder claramente delictivo, en el más puro estilo mafloso. Algo que no había ocurrido jamás en los 60 años que lleva funcionando la plaza de Las Ventas.

No hay que revolver el mundo entero para encontrar a los culpables. Este no es el caso Roldán. Estos mafiosos de la amenaza criminal seguramente estarán próximos a los que han convertido la fiesta en una estafa continuada. La corrida de autos fue su paradigma, con los toros inútiles, con aquella cabra intolerable que sacaron para óscar Higares, al objeto de que el beneficiado metiera burdo pico en el transcurso de su toreo torpón y arañara la oreffita que tanta falta le hace, y Dámaso González dictara su famosa lección pegapasista, y a Manolo Sánchez le resultase fácil explayar el discurso' de su finura. Pero les salió mal el montaje, los tres aburrieron al lucero del alba y el público se percaté) de la trampa. "¡Camello, camello ... !" gritaba un aficionado, y a un montón de taurinos se les ponía la cara colorada. Debe de haber un rebaño...

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