_
_
_
_
_

Juan Pablo II prohíbe de modo definitivo e irrevocable el sacerdocio de las mujeres

Los teólogos estiman que esta declaración del Papa no es, sin embargo, infalible

"Declaro que la Iglesia, no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia", concluye la Carta Apostólica sobre la Ordenación Sacerdotal Reservada sólo a los Hombres publicada ayer por el Vaticano. Fuentes teológicas consultadas indican que, aunque el carácter, irrevocable de esta declaración de Juan Pablo II es indudable, lo es también que podría ser modificada, dado que el Papa sólo habla con infalibilidad cuando lo dice expresamente.

La declaración dada a conocer ayer por el Papa no especifica ese extremo y no establece, pues, ningún dogma. Tampoco aporta elementos nuevos a un debate que tiene ya más de 20 años, y del que se limita a compilar las posiciones ya conocidas expuestas por Pablo VI y por el propio Juan Pablo II. El tono drástico y perentorio del documento condicionará, sin duda, la posición de la Iglesia en el futuro.El cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, advirtió ayer mismo que quien no lo acate "obviamente, se separa de la fe de la Iglesia", ya que "el documento del Santo Padre es expresión de la obediencia de la fe a la voluntad del Señor, y nos llama a inserirnos en esta obediencia de la fe".

Sin discriminación

Y sin embargo, no es probable que la nueva carta acalle toda las polémicas, aunque ese sea su objetivo explícito. "En nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible e incluso se considera meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia de no admitir a las mujeres a tal ordenación" (sacerdotal), se lee en la carta, que a continuación precisa su intención de "alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la lglesia".Los motivos del rechazo del sacerdocio femenino son históricos y teológicos, según la relación de Juan Pablo II, quien añade que la "estructura jerárquica de la Iglesia está ordenada totalmente a la santidad de los fieles", sin que "pueda significar una menor dignidad ni una discriminación" para las mujeres.

"La ordenación sacerdotal (...) desde el principio ha sido reservada siempre en la Iglesia Católica exclusivamente a los hombres". Así inicia la carta de Juan Pablo II, que pasa enseguida a citar las razones expuestas por Pablo VI en varios documentos redactados a mediados de los años setenta, cuando surgió la polémica sobre el sacerdocio de la mujer en el seno de la Iglesia Anglicana, que recientemente lo ha admitido. Esto ha potenciado la polémica en las dos iglesias, y una oleada de conversiones de anglicanos al catolicismo.

La Iglesia "no se considera autorizada a admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal", fue la conclusión principal a la que llegó Pablo VI, tras recordar que "Cristo escogió. a sus Apóstoles sólo entre varones; la práctica constante de la Iglesia, que ha imitado a Cristo, escogiendo sólo varones; y su viviente. magisterio, que coherentemente ha establecido que la exclusión de las mujeres del sacerdocio está en armonía con el plan de Dios Para su Iglesia".

Juan Pablo II, que recoge tanto esta doctrina como la precisión de que "el modo de actuar de Cristo no estaba condicionado por motivos sociológicos o culturales", añade. citas de su propia carta apostólica Mulieris dignitatem, de 1988, en las que se reitera que Cristo eligió sólo a hombres "de un modo totalmente libre y soberano". De ahí que la Iglesia haya reconocido siempre esa opción de ordenar sacerdotes. sólo a los hombres como "norma perenne" y que "los apóstoles hicieron lo mismo al elegir a sus colaboradores".

El tercer y último apartado incluye citas de distintos documentos eclesiales para demostrar que "la presencia y el papel de la mujer en la vida y en la misión de la Iglesia, si bien no están ligados al sacerdocio ministerial, son, no obstante, necesarios e insustituíbles".

En ese contexto, se destaca que "María Santísima ( ... ) no recibiera la misión propia de los Apóstoles ni el sacerdocio ministerial" y se recuerda la existencia de "santas mártires, de vírgenes, de madres de familia, que valientemente han dado testimonio de su fe". "Los más grandes en el Reino de los cielos no son los ministros, sino los santos", añade la carta del Papa.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_