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La Conferencia sobre la Estabilidad estudia en París cómo prevenir conflictos entre los candidatos a la UE

Enric González

Asombrada e impotente ante el desastre yugoslavo, la Unión Europea (UE) quiere asegurarse de que sus futuros miembros orientales van a desprenderse, antes de en entrar, de sus viejas querellas fronterizas. Ésees el objetivo de un proceso de negociaciones abierto ayer en París, bajo el nombre de Conferencia sobre la Estabilidad. A pesar de la participación masiva (53 delegaciones, 41 de Estados y 12 de organizaciones internacionales), los protagonistas reales son muy pocos: sólo los nueve elegidos que esperan ingresar en la UE. La paradójica consecuencia es que los países en guerra (los de la antigua Yugoslavia) o en riesgo real de conflicto (Albania, Turquía o Ucrania, por ejemplo) se quedan fuera.

Los nueve países en vías de adhesión a la UE (Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Letonia, Estonia y Lituania) dispondrán de un año, aproximadamente, para discutir bilateralmente y dejar zanjados sus litigios fronterizos y sus problemas con las minorías, ya sean nacionales, étnicas o religiosas.El caso paradigmático es el de Hungría, brutalmente encogida por el tratado de Triapón (1921) y con millones de húngaros esparcidos por los países vecinos.

Transilvania, una región húngara entregada a Rumanía por los vencedores de la Primera Guerra Mundial, es uno de esos polvorines potenciales cuya situación deberá regularse por este ejercicio de "diplomacia preventiva".

Como incentivo a la negociación, los jefes de Gobierno de Francia, Edouard Balladur, y Alemania, Helmut Kohl, propusieron ayer que los países en vías de adhesión a la UE fueran invitados a una cumbre anual junto a los Doce (pronto Dieciséis). Estas cumbres de jefes de Estado y de Gobierno deben servir para que los aspirantes tengan la garantía de ser bienvenidos, por más dificultades políticas, económicas o técnicas que se interpongan en el "largo y difícil camino" hacia su integración completa en la UE. La propuesta de Balladur y Kohl fue concretada en un artículo firmado al alimón y publicado en el vespertino francés Le Monde.

La Conferencia para la Estabilidad fue una idea de Edouard Balladur, concebida inicialmente como gran ejercicio de saneamiento continental. Pero, en nombre del pragmatismo, según reconoció ayer el propio Balladur en el discurso de apertura, los objetivos fueron haciéndose más y más modestos. Los países en conflicto o cercanos a él fueron eliminados, para que no "contaminaran en palabras de uno de los ministros de Exteriores de la UE, el ambiente general. La Europa más lejana y más problemática (Bielorrusia, Ucrania y hasta Turquía, aliada en la OTAN y aspirante a la UE) se quedó fuera de la mesa. Y se llegó finalmente a una conferencia que, en sarcástica definición de un diplomático británico, "aplicará soluciones allí donde no hay problemas".

Durante los próximos doce meses, los países en cuestión negociarán sus asuntos en distintas mesas, bajo la tutela de la UE, de Estados Unidos y de Rusia (país que se muestra muy frío ante el proceso, dado sus problemas con los Estados bálticos). Se supone que los participantes tendrán listos sus respectivos tratados para el primer semestre del año próximo, cuando deberán firmarse de forma pública y simultánea.

Ejercicio ocioso

La conferencia será un ejercicio indudablemente ocioso para algunos invitados. Como Polonia, que ya ha firmado tratados con todos sus vecinos y que asiste sólo por mostrar su buena voluntad, no fuera a complicársele su único objetivo real, el ingreso en la OTAN. O como la República Checa, que se considera también por encima de conflictos fronterizos, y cuyo gobierno contempla la conferencia con cierta ironía.

Karl Schwarzenberg, asesor del presidente checo Václav Havel, hizo para el diario Le Figaro una expresiva comparación sobre los confusos propósitos de la reunión: "¿Se imaginan ustedes una mesa redonda organizada en Vizcaya, en la que fueran debatidos los problemas vasco e irlandés por Francia, España, Irlanda y el Reino Unido, todo bajo la mirada benevolente de los checos o de los estadounidenses? ¿No? Yo tampoco".

El artículo de Helmut Kohl y Édouard Balladur citado en esta información se publica íntegro en la página 13.

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