El tren de la sierra y el medio natural
He leído con satisfacción la noticia de los viajes organizados para niños en el ferrocarril del puerto de Navacerrada. Espero que ese pequeño tren sirva a esos niños, como me sirvió a mí hace ya muchos años, para empezar a conocer y a amar la naturaleza en general y la sierra madrileña, en particular.Porque, como me ocurrió a mí, ese tren probablemente sea el único medio de que muchos de esos niños aprendan a convivir con el medio natural y a respetarlo.
Al mismo tiempo, me pregunto si ese tren existiría hoy si, en vez de haberse construido en la época de la República, se hubiera construido (mejor dicho, se hubiera intentado construir) ahora. Lo más probable, por no decir seguro, sería que alguna de las innumerables asociaciones ecologistas que crecen actualmente como hongos y que no hacen ni dejan hacer nada útil habría puesto el grito en el cielo, inmediatamente cacareado por la prensa, argumentando no sé cuántos males para la naturaleza y no sé cuántas extinciones de especies animales y vegetales.
Y las autoridades, como siempre ajenas a la realidad, habrían seguido el democrático procedimiento de prohibir no sólo la construcción del ferrocarril, sino el acceso a los puertos.
Como viene haciendo el Ayuntamiento de Cercedilla con el acceso al puerto de la Fuente fría: primero, prohibió el acceso al mirador y al puerto; ahora lo ha prohibido a la zona del antiguo chalé del Club Alpino de Peñalara y, de seguir así, acabará prohibiéndolo también a la zona de las Dehesas.
Porque, en vez de vigilar y cuidar para que la gente no haga fuegos, no tire basuras, etcétera (lo que, de paso, crearía bastantes puestos de trabajo y serviría para educar cívicamente a muchos de nuestros compatriotas), es mucho más cómodo descuidar los accesos hasta dejarlos impracticables, para, finalmente, acabar prohibiendo la entrada.
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