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Tempestades de odio

En toda Europa parece quebrarse el consenso antifaseista sobre el que se fundó el orden democrático de la posguerra. En Italia, cuatro neofáscistas que reivindican abiertamente el legado político de Mussolini son ya miembros del Gobierno. En Alemania, una jauría de neonazis se lanzó el sábado pasado, en Magdeburgo,' a plena luz del día, a la caza de transeúntes con aspecto extranjero. Hace unas semanas ardió por primera vez desde la caída del nazismo una sinagoga en Alemania, en Lübeck. Tan sólo 56 años después de la Kristallnacht (Noche de los cristales rotos) vuelve a ocurrir lo que Europa se había jurado no se repetiría. Nie Wieder (Nunca más).Más preocupante que la actividad de los grupos militantes del nazismo es la incapacidad de las autoridades para hacerles frente. Falta percepción del peligro hacia el que nos deslizamos y sobra irresponsabilidad de quienes desde posiciones políticas no fascistas suministran combustible ideológico, descrédito de las instituciones y rabia contra el sistema a quienes rocían con gasolina los cuarteles del enemigo.

En Marsella y en Belgrado, en Moscú y en Varsovia se declaran ya abiertamente nazis muchos que antes no lo eran y otros que siéndolo no se atrevían a manifestarse como tales. Limpiezas étnicas y matanzas masivas en Bosnia, pogromos contra los gitanos en Rumanía y Eslovaquia, palizas a transeúntes árabes en Budapest. Todos estos fenómenos de la nueva Europa comienzan a tener terribles parecidos con los habidos hace seis décadas y que concluyeron con medio continente en ruinas. Todos comenzaron, esta vez como entonces, con una agitación y propaganda de la desmesura y el odio en las que, como dice Gordana Knezevic, redactora jefe del diario de Sarajevo Oslobodenje, la prensa y televisión prepararon el enfrentamiento y la guerra como la artillería en un campo de batalla prepara el terreno para el -asalto de la infantería". Permítase por tanto recomendar mesura y templanza para que, allá donde se pueda -y nosotros estamos aún muy a tiempo- evitar que se rompan las redes de consenso civil sobre las que se basa una sociedad abierta, democrática y pacifica. Porque también en España ha comenzado ya a disparar una incipiente artillería verbal y escrita, eso sí, de rápida cadencia de fuego.Surgen ya en las columnas periodísticas términos como partidos antiespañoles" o "índividuos con levitas y tirabuzones" (judíos por supuesto, se supone que empeñados en destruir la economía española), enemigos en suma. Las atalayas ultraliberales del periodismo combativo en boga llaman ya al asalto final contra "los que han destruido España" el enemigo, el Gobierno, claro. La victoria está cercana. Superfluo es el compromiso. Queipo de Llano. habla desde Sevilla.

Legalidad, y legitimidad ya no confluyen Por el contrario son antagónicas en la actualidad, según nos subrayan en algunas tertulias. Los métodos parlamentarios no valen porque no funcionarían para los propósitos marcados. Quien no participa en el hostigamiento general, en el grito constante de "Goñzález4imite" y `Socialistas a la hoguera" es un vendido al pesebre del poder. Otro enemigo. Aún peor: un traidor. La moderación es sospechosa. La matización culpable. O con nosotros o corrupto, vendido. O inquisidor o cómplice de Roldán. Ése es el lema de la nueva moralidad.

"Pujol, recuerda Sarajevo", rezan pintadas por todo Madrid. ¿Quieren bombardear -Barcelona por el apoyo de CiU a Felipe González o por el- genocidio lingüístico en marcha por las hordas catalanistas? Con el supuesto terror del alfabeto latino sobre el cirílico justificó Belgrado sus primeras tropelías en Croacia.

. Toda Europa ha entrado en una era de profunda incertidumbre. Los peligros son muchos y graves. Y aquí algunos están ejerciendo de dinamitadores de puentes estratégicos. Atáquese al Gobierno, desvélense los latrocinios y persígase a los ladrones. Pero quien difunda culpas colectivas -de pueblos, razas, nacionalidades o partidos- y criminalice opciones políticas democráticas, mina la convivencia y siembra tempestades de odio para el futuro. Tampoco nosotros somos inmunes al desastre histórico. Tengamos memoria.

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