Apariencias
Ahora que los físicos han demostrado que la realidad es un efecto óptico, porque debajo de los últimos elementos de la materia no se ha encontrado nada, nosotros estamos dando en descubrir que la democracia es una coartada. Si das muchos vivas a la democracia con la lengua, con las manos puedes hacer prácticamente lo que quieras. Berlusconi acaricia con la mano al fascismo y a la demoicracia con la lengua. El otro día, mientras explicaba a sus votantes que la democracia es el valor supremo de la acción liberal, sus cinco ministros neofascistas miraban al tendido aguantándose la risa.A lo mejor Berlusconi es el precursor de la Europa que viene: una Europa demócrata, en la que las cartas de la justicia serán administradas por los titulares de Interior. O sea, una partida de póquer llena de tramposos, una partida en donde las jugadas se organizan por debajo del tablero, aunque se mantengan las formas por arriba. Aquí ya hemos empezado a mantener las formas: el jefe de la inteligencia, Manglano, se ha hecho el tonto frente al país entero en defensa de la democracia y no ha pasado nada porque un buen demócrata debe saber comulgar con toda clase de ruedas de prensa. Y de molino.
La madurez democrática de nuestro pueblo se manifiesta en el hecho de que hayamos aceptado, o nos encontremos en vías de aceptar, que el escenario aparente es la urna, aunque el poder real se ejerza por debajo de ella, entre las faldas de la mesa donde la exhibimos con orgullo. Se trata de un acuerdo implícito semejante a aquel que en Italia ha permitido llamar democracia liberal al fascismo. O sea, que estamos madurando muy bien, cada día somos más sensatos: si tuviéramos que elegir ahora entre la injusticia y el desorden, eligiríamos la injusticia, en nombre, claro está, del orden, del nuevo orden.
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