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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Muchas personas

se alegran de que los escándalos de la corrupción sumerjan a los socialistas; la gente consciente, por el contrario, se apesadumbra no por inclinación a librar a los que dirigen la vida pública de su responsabilidad, sino por la certeza de que en tales asuntos todos perdemos. Nadie, ninguno de los adversarios políticos, demócratas, de Suárez se regocijó con el golpe militar del 23 de febrero de 1981. La corrupción representa el fracaso de la modernización y supone también el fracaso del Estado y de la sociedad que ahora nos son necesarios. Asalto al poder y carcoma colectiva no son procesos tan diferentes como a primera vista pudiera parecer; son ambos vuelta al pasado. Que a un caballero de fortuna se le nombrara director de la Guardia Civil, se le dejara hacer sin los suficientes controles, se le obedeciera con ciega disciplina militar y ahora intente escapar de la justicia y se proponga quizá chantajear al Estado es penoso en grado sumo.Con todo, la preocupación principal, a la vista de lo ocurrido en estos últimos cuatro años, es la de que los escándalos de la corrupción se usen como gran coartada para que la podredumbre siga instalada entre nosotros. Los periódicos sirven sus raciones escandalosas. Las aprovechan también grupos políticos que no encuentran mejor argumento electoral. Se dirige el malestar colectivo hacia unos chivos expiatorios que, por otra parte, incluso tras sus desafueros, inspiran compasión por su poca altura personal; pero no se medita en grado suficiente sobre la estructura en que se han desarrollado los abusos y los delitos, ni se toman políticamente las medidas pertinentes a fin de que no se reproduzcan más que en el grado inevitable de la debilidad humana.

Podría ocurrir que, pasadas las tormentas de la corrupción, siga con el mismo vigor la práctica de la defraudación a Hacienda: se juegue peligrosamente a elevar el límite penal de ese fraude hasta los 15 millones, o a mantener la ley de la oscuridad en las raterías tributarias así que pasen cinco años, o a continuar clamando contra el catastrazo que intentaba corregir la diferencia entre el valor oficial y el real de los inmuebles, o permitir a los bancos hacer sus triquiñuelas, cuando no provocar su propio derrumbe, mientras dejamos sestear a los tribunales de justicia en sus interminables bostezos. Éstos y muchos más usos que los ciudadanos viven diariamente son los caldos de cultivo de la corrupción.

Desde luego, escandalizarse puede servir -ha servido históricamente- para orear un poco la mala conciencia y dejar seguir las cosas como están en beneficio de los círculos de poder, de todo poder, sea político, económico o social. No parece conveniente afrontar el problema. como lo hizo la España del duque de Lerma. Hay que reforzar en el ánimo de los ciudadanos el convencimiento de que contra la corrupción sólo valen leyes, normas y prácticas.-

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