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Sobro toro y faltó toreo

Peñato / Romero, Senda, Gallego

Novillos de Manuel Martín Peñato, de magnífica presencia, muy bien armados, con casta. 3º, bravo. Jesús Romero: estocada (silencio); estocada y tres descabellos (algunos Pitos). Paco Senda: pinchazo bajo, estocada trasera baja, rueda de peones, descabello y se tumba el novillo (silencio); estocada trasera ladeada y rueda de peones (pitos). Pepe Luis Gallego: estocada corta, delantera caída (pitos); estocada trasera tendida atravesada, descabello --aviso- y tres descabellos (pitos). Plaza de Las Ventas, 17 de mayo. 4ª corrida de feria. Cerca del lleno.

Los novillos de Martín Peñato fueron de aquellos que ya no se ven. Sí en Madrid, evidentemente, pues salieron, y esa es la prueba; no en otros pagos, así sean remotas aldeas serranas o solemnes cosos catedralicios. Los novillos que se lidiaron en Las Ventas los sacan de toros en ciertas plazas y a lo mejor van las figuras y se caen del cartel alegando cólico miserere. Cabezas cornalonas y astifinas como las de los novillos de Martín Peñato no las han visto por ahí desde la guerra; quizá antes. Mas no fue eso lo único inquietante sino la casta que tenían esos novillos también.

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¿Trapío, astas, casta? Toros con todas esas características juntas ya apenas queda quien los toree; y menos habían de ser los tres jóvenes novilleros anunciados, que llegaron a la feria con la ilusión de conseguir un triunfo memorable, y al encontrarse con aquello debieron creer que les habían preparado una encerrona. Pero estaban equivocados: sencillamente, les sobró toro y les faltó toreo para dominarlo.

El toro de casta es lo que no quieren tener delante los toreros que llevan la tauromaquia prendida con alfileres. El toro de casta siempre conlleva peligro porque al menor error ya está pegando la voltereta. Es decir, que se necesita torearlo a conciencia. Y torear a conciencia consiste en cruzarse; parar, templar y manda; ganar terreno. Un problema, por supuesto, si bien nadie ha dicho que torear esté al alcance de cualquiera. Carlos Manuel Perelétegui acaba de publicar un interesante libro titulado Toreros de Salamanca, donde recoge una reveladora sentencia de El Viti, hombre sentencioso donde los haya. Dice el maestro: "Ser torero es dificilísimo;. llegar a figura, un milagro".

Lageneración de El Viti quizá fue la última que toreó toros de casta. Luego arrumbó esa tora mocha, borreguil e inválida que han impuesto las figuras, y ya ser torero no es tan difícil; ya no hace falta cruzarse, marcar los tiempos de las suertes, ganar terreno y cuantas prescripciones registra la tauromaquia para dominar los toros encastados y bravos. Con moler la tora borreguil a derechazos, asunto resuelto.

Jesús Romero, Paco Senda y Pepe Luis Gallego pasaron muchos apuros en sus faenas de muleta. Los novillos se les venían encima en cuanto intentaban repetir los pases, y seguramente lo atribuyeron a que desarrollaban sentido. En realidad intentaban torearlos siguiendo las pautas establecidas por las figuras de la tauromaquia contemporánea: fuera de cacho, con el pico de la muleta, perdiendo pasos al rematar los pases.

Los banderilleros les suelen recordar a los toreros esta burda ventaja desde la boca de los burladeros y la repiten asimismo en determinados foros algunos exegetas de la modernidad táurica, como si se tratara de la norma básica del arte de torear: "¡Piérdele un paso, piérdele dos!". El truco suele ser de efecto, esa es la verdad, aunque igual resultado se obtendría haciendo justo lo contrario, pues el borrego mocho soporta con la igual resignación un derechazo al aliguí que el salto de la rana. En cambio, si el toro es integro y tiene casta perder pasos equivale a cederle el terreno, y entonces lo toma al asalto, se abalanza recrecido sobre el torero, le obliga a poner pies en polvorosa.

Pasos, derrotes, enganchones, sofoquínas, ayes y suspiros conformaron las seis faenas porque en todas ellas quien mandaba era el toro. Jesús Romero pareció desbordado en todos los frentes. Paco Senda, buen lidiador y capotero en el primer tercio, porfiaba pases de muleta ahogando las embestidas, lo cual es un contrasentido -y hasta un disparate- con el toro de casta. Pepe Luis Gallego, que lanceó bien a la verónica y dio media echando las dos rodillas a tierra, insistió en el toreo al natural e incluso cuajó alguno de excelente factura. Sin embargo no pudo ligar ninguno porque perdía los pasos dichosos y, verlo el toro, tomaba posesión del terreno perdido, con mucha altanería de, astas y mucho bufido. Una pena. Con los triunfos que habrían podido alcanzar Pepe Luis Gallego y sus compañeros, si llegan a hacer el toreo.

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