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El 'Rigoletto' sin agudos triunfa en la Scala de Milán

Más de 10 minutos de aplausos finales, a telón cerrado, y un estentóreo coro de bravos saludó el domingo por la noche en la Scala de Milán la representación de Rigoletto dirigida por Riccardo Muti, según la edición crítica elaborada en 1983 en la Universidad de Chicago. Fue el triunfo -transmitido por radio a toda Italia- del llamado Rigoletto sin agudos. La edición dirigida por Muti se plantea, en efecto, limpiar el Rigoletto de efectos y florituras no previstas por Verdi, pero que se fueron incorporando a ellas por exigencia de los distintos divos del momento. Se ha dicho repetidas veces que el propio maestro autorizó en vida algunos de esos finales brillantes, y que, por lo tanto, los habría legitimado. Muti sostiene ahora que eso es falso, y propone el redescubrimiento de un Verdi genuino. En la práctica se habla de aproximadamente una docena de agudos suprimidos tras la investigación de los profesores de Chicago, como el célebre si final de La donna é mobile, o el la bemol de La maledizione final del bufón mantuano.Esta partitura revisada era ya conocida en Italia. Fue interpretada el pasado mes de julio en el festival de Macerata, una pequeña localidad de la costa adriática, bajo la dirección de Gustav Kuhn, con Renato Bruson como protagonista, el mismo veterano barítono que ha sido clave para el éxito de la función de la Scala del pasado domingo.

Una prueba de que, revisada o, no, la partitura nunca puede garantizar la satisfacción del público es que la función de Macerata quedó muy lejos de este triunfo. Kuhn, que curiosamente también precedió a Muti en el descubrimiento de La Vestale, de Spontini, que inauguró la temporada de la Scala de este año, imprimió a su Rigoletto de verano un pulso tan moroso y cansino que terminó por cubrir toda la representación de una pesada pátina de narcisismo gratuito.

Muti, en cambio, arrolló el pasado domingo con un tempo brillantísimo, desatado incluso en los momentos en que el público espera ser capturado por las emociones del drama verdiano. Ese impulso supuso una insuperable prueba para el bajo Dimitri Kavrakos, discreto intérprete del papel de Sparafucile. Bruson, en cambio, que tampoco anda ya sobrado de recursos, alcanzó con Muti cotas musicales y dramáticas mucho más altas que con el somnoliento Kuhn en la interpretación de este personaje, al que ha dado vida unas 150 veces.

Es sabido que el director de la Scala es maestro como pocos en el arte de graduar y variar el tempo base hasta lograr la máxima expresividad de la orquesta y los intérpretes.

Otro factor clave del éxito de Rigoletto de la Scala, que el público atribuyó inmediatamente a Muti, fue la soprano húngara Andrea Rost, una debutante absoluta de voz limpísima y bien timbrada que dio una Gilda como hacía tiempo que no se oía en los escenarios italianos.

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