Hombres, mujeres y niños son arrojados vivos a pozos con neumáticos ardiendo en Ruanda
Un empresario suizo Claude Sonier, denunció ayer que ha sido testigo de cómo hombres, mujeres y niños eran arrojados vivos a pozos llenos de neumáticos ardiendo en Butare, conocida como la ciudad de la muerte. Entre las víctimas de la lucha tribal que ha destruido la ciudad figura su suegra, miembro de la etnia tutsi. Mientras, las fuerzas hutus del Gobierno de Ruanda lanzaron ayeruna ofensiva contra las posiciones que los rebeldes del Frente Patriótico de Ruanda (tutsis) mantienen en torno a la capital del país, Kigali, y desde donde atacan con granadas de mortero.
Sonier, de 47 años, mantiene apretado contra él a su hijo mayor y tiembla de horror cuando narra las atrocidades de que ha sido testigo en un puesto de control en la frontera entre Ruanda y Burundi. Su mujer tutsi, sus tres hijos y él fueron evacuados de Butare por el cónsul de Italia y trasladados a Burundi. "Hace tres semanas Butare era una ciudad tranquila. No había problemas entre tutsis y hutus, principalmente porque los tutsis eran una minoría", dice.El empresario suizo añade: "Teníamos un buen comisario de policía, un coronel y un alcalde que querían mantener la paz, a pesar de lo que estaba ocurriendo en todo el país. Butare era una ciudad universitaria y la capital del viejo reino...". Pero un buen día todo esto acabó. Cambiaron de repente al jefe de policía, un tutsi, por un jefe hutu. "Ese mismo día vimos llegar varios aviones con la infame guardia presidencial. Por la noche empezaron las matanzas. Hicieron pozos en el suelo y los llenaron con neumáticos ardiendo. Luego arrojaron a montones de gente dentro", añade Sonier con lágrimas en los ojos.
"Aún vivían cuando los empujaron a los agujeros. Ví a hombres, mujeres y niños cómo caían dentro de los pozos, incluida la madre de mi esposa, que tenía más de 60 años". Sonier indica que no sólo se trata de un asunto entre hutus y tutsis. "Se convirtió también en un conflicto entre vecinos por disputas de propiedad y envidias. Se denunciaban unos a otros. En mi barrio vivían 1.000 tutsis. Hoy sólo quedan unos 40. El resto ha muerto".
Sonier añade que, después de dos días de arrojar gente a los pozos, llovió y el fuego los extinguió. Los cadáveres quedaron al descubierto sobre los neumáticos calcinados. "Vimos helicópteros sobrevolando la zona, pero no sabiamos quiénes eran, y entonces el alcalde dijo que había que enterrarlos a todos porque se trataba de periodistas que iban en busca de matanzas", dijo.
Mientras las historias espeluznantes se repiten, ayer las tropas gubernamentales atacaron a las fuerzas rebeldes que asedian Kigali. Anoche parecía que los rebeldes tutsis habían conseguido detener el avance enemigo cerca del aeropuerto y alrededor de los distritos de Reubero y Kicukuro, mientras las fuerzas gubernamentales hacían trincheras para resistir a los rebeldes.
La Misión de Ayuda de la ONU en Ruanda dijo ayer que uno de sus aviones con destino a Kigali tuvo que volver a su punto de partida debido a la lucha en la zona.
Las principales carreteras que conducen a Kigali están invadidas por bandas de milicianos borrachos armados con granadas, machetes, armas de fuego y cuchillos. La situación hace que pocos vehículos se arriesguen a circular, incluso los del Ejército y la policía tienen dificultades.
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