México: ¿choque o imaginación democrática?
A Demetrio Sodi le debemos la metáfora de la actualidad política mexicana: dos locomotoras en ruta a la colisión desastrosa el próximo 21 de agosto. Una es la locomotora del Partido Revolucionario Institucional (PRI), dispuesto a no perder el poder en México después de 65 años de rectoría nacional. La otra es la locomotora del Partido de la Revolución Democrática (PRD), dispuesto a denunciar la victoria del PRI como un fraude más, aunque el más descarado, de una larga historia de irregularidades electorales.Nuevamente, la credibilidad ocupa el centro del escenario. ¿Son tan firmes las reformas electorales llevadas a cabo, o en proceso de cumplirse, que eliminen la duda y obliguen a ambas partes -PRI y PRD- a reconocer triunfos y derrotas, incluyendo la pérdida, por el PRI, de la presidencia, o la aceptación, por el PRD, de una victoria priísta? Es insano que un sistema político sólo se juzgue democrático si el partido en el poder pierde. El chiste es que todos crean en el sistema democrático aunque el partido en el poder gane.
Sus defensores dicen que el padrón electoral mexicano es, actualmente, uno de los más perfectos del planeta.. ¿Habrá tiempo de concluir la auditoría externa que así lo compruebe antes del día de las elecciones? La reforma, electoral prevé topes para los gastos de campaña. ¿Alguien cree que el candidato oficial, Ernesto Zedillo, cuenta con recursos tan modestos como los de sus opositores, el perredista Cuauhtémoc Cárdenas y el panista Diego Fernández de Ceballos? Se afirma el acceso parejo a los medios de información. ¿Logrará Televisa, el gigante seudomonopólico de la televisión mexicana, dar pruebas suficientes de contrición democrática de aquí a agosto y abrirse realmente a la información y el debate oposicionista?
La ley establece delitos electorales y penas para quienes los cometan, entre ellos el uso de recursos oficiales en apoyo del candidato oficial. Sin embargo, no prosperó la denuncia del Partido de Acción Nacional (PAN) contra el secretario de Agricultura, el tyranosaurus rex Carlos Hank González, el más bello especimen de nuestro Parque Jurásico, por haber usado los dineros y los membretes de su dependencia para organizar un juggernaut inforrnático de antiguos secretarios de Estado en favor de Zedillo.
Todas estas son largas sombras sobre un proceso electoral que, para ser creíble, debe ajustarse puntualmente a los requisitos de la ley. El Estado de derecho, sin embargo, no es favorecido por decretos apresurados que pretenden llenar vacíos de seguridad largo tiempo desatendidos.
El año se inauguró, si no con una falla de seguridad, al menos con un minueto de mutuas cortesías, como lo describió Gabriel Zaíd. ¿Sabía el Gobierno de la existencia de una guerrilla en Chiapas y no hizo nada para no comprometer el paso del Tratado de Libre Comercio (TLC) por el Congreso de Estados Unidos? ¿Midió la guerrilla sus tiempos para no estallar hasta que el TLC entrara en vigor el 1 de enero, evitando así el cargo de manipulación por Ross Perot y la oposición norteamericana al TLC? Sea como fuese, Carlos Salinas obró con sentido común y visión democrática al renunciar, en Chiapas, a la represión sangrienta y optar, en cambio, por la vía de la negociación. Luis Villoro, en un memorable artículo en La Jornada, lo instó a ello. Recordemos este caso -no es el único- de valentía y de responsabilidad de un intelectual con nombre propio.
El camino de la paz ha dado dignidad a las comunidades indígenas y campesinas chiapanecas, ha replanteado el tema de la reforma agraria no como reparto de tierras, sino domo criterio de productividad, empleo y justicia, y le ha dado a la democracia mexicana su más amplia definición: para todos y desde abajo. La negociación encabezada por Manuel Camacho Solís ha llegado a un punto admirable aunque crítico: el que dispare el primer tiro en Chiapas habrá perdido la guerra. A todos nos corresponde, en México, pensar seriamente qué falta hacer para que no haya más Chiapas, para que el recurso a la violencia no sea nunca necesario para los desesperados del país.
La respuesta no se encuentra, desde luego, en la capitis diminutio de las instituciones legalmente capacitadas para impartir justicia. Sin embargo, el asesinato de Luis Donaldo Colosio y los turbios laberintos en que se pierde la investigación del crimen han despertado en el Gobierno una paranoia por decreto que le resta credibilidad a la procuración de justicia, sumergiéndola bajo el peso de un mastodonte anticonstitucional, la Coordinadora de Seguridad, que hace increíbles las facultades de la Procuradoría General de la República, la Secretaría de Gobernación y aun las de la Defensa y Marina, restándoles la capacidad legal de coordinarse entre sí e imponiéndoles la cadena ilegal de un poder intermedio entre el presidente y sus secretarios de Estado.
Éstos son factores que, en el caso de Chiapas, conducen a cierto optimismo, pero que, en otros terrenos, conducen a un pesimismo apenas disfrazado por la ilusión de que la mano dura acabará por satisfacer a un hipotético partido mayoritario, el de la Estabilidad. Pero ¿puede haber estabilidad en México si las leyes no se cumplen, si la promesa democrática se frustra, si la búsqueda desesperada de la seguridad sólo desemboca en mayor inseguridad?
Los trenes se dirigen a alta velocidad hacia una colisión. Impedir el choque, impedir la violencia poselectoral el 22 de agosto, es algo que debe comprometer a todos los mexicanos de buena fe. El Gobierno no tiene camino más efectivo que el cumplimiento estricto de la ley, el castigo a quienes la violan y el respeto a las manifestaciones pluralistas de la sociedad civil. Esta, por su parte, posee la posibilidad de organizarse para ocupar el centro de la vía y decirle a tiempo a los conductores de los dos trenes: no nos arrollen. Bloques, alianzas estratégicas, delegaciones capaces de hacerse escuchar por los tres candidatos principales y por el presidente de la República. Voces de razón, de concordia, de firmeza. Urgen más que nunca para que los trenes no choquen el 21 de agosto y México no entre al periodo más conflictivo de su historia reciente. Bloques, alianzas, movimientos que ayuden a centrar las opciones dentro de la ley, dentro del proceso electoral vigilado por la ciuda-
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