Un empresario se quema 'a lo bonzo' ante el técnico municipal que tiró su negocio
Manuel Jiménez Gil, de 45 años, vio ayer cómo las máquinas destrozaban la cerca de su aparcamiento para camiones (Sotanpark, SL), en el que había invertido todo el dinero que ahorró como transportista. Ni el juez que avaló la orden municipal para derribar las vallas de su negocio ni los funcionarios de la Gerencia Municipal de Urbanismo consiguieron aplacar su ira y Jiménez buscó en su coche una lata de gasolina que vació sobre su cuerpo para quemarse a lo bonzo poco antes de las dos de la tarde.El resultado de su carrera envuelto en llamas en los pasillos del Ayuntamiento fue una tremenda llaga en el 26% de su cuerpo y graves problemas respiratorios a causa del polvo del extintor con el que un policía local apagó el fuego. Anoche permanecía ingresado en estado grave en la Unidad de Quemados del hospital La Paz.
El jefe de Disciplina Urbanística, Jorge Ortueta, quien firmó la orden de demolición de las instalaciones del aparcamiento (situado en la carretera N-II, muy cerca del aeropuerto de Barajas), tuvo que presenciar cómo Jiménez corría hacia él convertido en una hoguera.
El empresario no era un desconocido para Ortueta. El Ayuntamiento había ordenado el 26 de octubre de 1993 una orden de derribo que no llegó a ejecutarse porque Jiménez exigió un mandamiento judicial y enarboló el recurso que había presentado ante la autoridad municipal. En el mismo papel se lee que el coste del derribo -que ya se había adjudicado incluso a una empresa privada- ascendía a 44 millones de pesetas. Ayer los agentes del Ayuntamiento exhibieron esa orden del magistrado, pero, según el abogado de Jiménez, José Luis López del Ríó, el documento judicial sólo autorizaba la entrada a las instalaciones y no el derribo.
En la finca donde Jiménez (junto con otro socio) se instaló en 1992 no se puede edificar (son casi 9.000 metros cuadrados de suelo rústico), pero el letrado que le representa exhibió ayer autorizaciones del Ministerio de Obras Públicas para cerrar y pavimentar el solar, instalar el alumbrado e incluso colocar un cartel anunciador del aparcamiento. Sin embargo, el bar y las oficinas del aparcamiento son casetas prefabricadas, ya que sus propietarios sabían que allí no se podía poner ni un sólo ladrillo. Según el abogado, el Ayuntamiento no contestó a la solicitud de apertura y actividad, aunque sí había autorizado el vallado y limpieza del solar. Jiménez se acogió al silencio administrativo y abrió el aparcamiento en enero de 1992
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El 'bonzo' corrió en llamas tras el funcionario que firmó el derribo de su aparcamiento ilegal
VIENE DE LA PÁGINA 1El letrado del empresario quemado, López del Río, arguyó además que el órgano competente para decidir sobre la legalidad del aparcamiento es la Comunidad de Madrid y no el Ayuntamiento. En este sentido, el abogado anunció que llevará el caso a los tribunales. Jiménez pretendía ayer, a pesar de su estado, abandonar su habitación del hospital para comprobar los daños de las excavadoras en su negocio.
Ni el abogado ni la esposa del herido, Josefa, imaginaban que Manuel fuese a tomar una determinación suicida. "Dado su carácter se podía pensar que había tenido una bronca con los funcionarios municipales, incluso que le hubiesen llevado a comisaría de policía pero no que se prendiese fuego", explicó el letrado, quien le describió como un hombre "muy trabajador, luchador, pero con poca cultura". "Empezó a trabajar a los 13 años y no tuvo mucho tiempo para acudir a la escuela en su pueblo natal de Jaén", añadió.
López del Río aseguró que nadie les había avisado de que ayer se procedería a derrumbar las vallas del citado solar.
La principal preocupación de Josefa ayer, tras visitar a su marido, era qué hacer con los coches y camiones que permanecen aparcados en su propiedad.
Miedo al futuro
"Sin vallas ni luz es imposible vigilar los coches que están allí", se dolía ayer Josefa, "y si pasa algo nos pedirán indemnización".
Josefa, la mujer, preguntaba al abogado si debía avisar a la policía o contratar una empresa de seguridad.
El abogado afirmó que el negocio del dormitorio de camiones iba cada vez mejor, a pesar de los continuos líos legales que acosaban a los dos socios. Otra empresa les disputaba los terrenos sobre los que descansan las ruedas de los colosos. "Un problema de lindes, se equivocan de finca", dijo el abogado.
Ningún responsable de la Gerencia Municipal de Urbanismo pudo explicar ayer las causas por las que Manuel Jiménez Gil salvó el control de entrada del edificio oficial con una lata de gasolina en sus manos.
Para visitar algún despacho de Urbanismo es necesario presentar el documento nacional de identidad en una ventanilla y atravesar un pasillo vigilado por una pareja de policías municipales.
Jiménez explicó ayer a su familia que visitó solo al juez y que este le remitió al gerente de Urbanismo. Éste, Pedro Areitio, no pudo recibirle porque, según fuentes de su departamento, se encontraba fuera del despacho. Le enviaron a Disciplina Urbanística.
Forcejeo con la policía
Allí, entre los pasillos de las dependencias municipales, Jiménez se desesperó: nadie le daba una solución para aplazar el derribo. Bajó a su coche a por una lata de gasolina y volvió a entrar en el edificio. Forcejeo, mechero y llamas.
Según los policías municipales que le atendieron en el lugar de los hechos, salió quemado y malherido pero por sus propios pies.
En el departamento de Disciplina Urbanística que dirige Jorge Ortueta el único rastro del suceso era una silla quemada y parte del suelo chamuscado.
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