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La responsabilidad y la culpa

Hasta ahora venía un dirigente político diciendo "yo asumo mi responsabilidad" y no pasaba nada. Ahora responsabilidad se Conjuga con dimisión. Y la pregunta que circula de mano en mano es ¿hasta dónde y a quién alcanza la responsabilidad política? Francisco Laporta, con su habitual claridad y contundencia, ha propuesto un criterio deudor de la ética de la responsabilidad. uno es responsable de sus actos y de las consecuencias inmediatas de sus actos, pero no de lo que escapa a lo que uno puede y debe hacer.Es un buen punto de partida, aunque me temo que la cosa es más complicada. Fuera de nuestras fronteras, el concepto de responsabilidad ha estado en el epicentro de grandes polémicas y pesa cada vez más como principio vertebrador de nuevas éticas políticas. Cada sociedad tiene la cultura de la responsabilidad que cultiva. Y como "del lobo, un pelo", seleccionaré un par de casos.

Conocido es el librito de Karl Jaspers La pregunta por la culpa. De la responsabilidad política de Alemania, escrito en 1946. La Alemania hitleriana había perdido la guerra, y Jasper

tuvo el inmenso valor de preguntarse en voz alta lo que casi todo el mundo mascullaba en sus adentros: "¿Eran todos los alemanes culpables de las atrocidades del régimen nazi?". Jaspers respondió con unas precisiones cuya actualidad sigue vigente: una cosa es la culpa (ya sea criminal o meramente moral) y otra la responsabilidad. La culpa es siempre personal e intransferible, mientras que la responsabilidad puede ser colectiva y heredada. Por eso sólo fueron culpables de los crímenes nazis sus actores, mientras que todos los alemanes, incluso las siguientes generaciones, tendrán que apechar, en nombre de aquella responsabilidad, con las consecuencias políticas (vivir con una constitución democrática impuesta por los vencedores), materiales (indemnizar a los pueblos oprimidos o diezmados por los nazis), etcétera. Pocas veces la filosofia contribuyó tanto como entonces a la vida política y humana. Claro que el caso español que nos ocupa es muy diferente, pues a Jaspers le importaba clarificar las responsabilidades en el pueblo alemán por actos cometidos por sus dirigentes, mientras que ahora se trata de saber hasta dónde afectan por arriba irregularidades cometidas por alguien de abajo. Pero dos cosas parecen quedar claras: que declararse responsable no conlleva reconocerse culpable y que la responsabilidad política no se deriva exclusivamente de las consecuencias de mis actos, sino de mi inserción en un colectivo en el que vivo y cuyas reglas de juego son las que de hecho utilizo para vivir.El otro caso, que se refiere a la centralidad del concepto de responsabilidad a la hora de definir nuevas éticas políticas, bien podría estar representado por lo que el filósofo Hans Jonas llama principio responsabilidad. Somos responsables no sólo y no tanto de lo que hayamos hecho cuanto de lo que no hagamos para impedir el deterioro creciente del hábitat humano. Somos responsables, pero ante las generaciones futuras, del creciente deterioro del planeta; de un orden mundial despolitizado, esto es, abandonado a la lógica intocable del capitalismo mundializado; de unos sistemas de comunicación cuyo exceso de signos amenaza con convertir a nuestros herederos en analfabetos felices; de un sistema político formalmente fundado en la soberanía popular, pero cada vez más fragilizado por descuidar o atentar a sus exigencias legitimatorias. En este planteamiento, la res ponsabilidad se mide por la fragilidad de la herencia natural política y cultural que debemos transmitir a generaciones futuras. Esa fragilidad de la natura leza, del orden mundial, de la comunicación o de la democracia no es fundamentalmente re sultado de nuestras acciones: lo hemos recibido así, y sus responsables son anónimos o andan huidos. Sin embargo, a no sotros las generaciones futuras nos declaran responsables por que podemos impedir que el de terioro acabe en catástrofe. Nuestra generación tiene que cargar con lo que otros hicieron y recibe el encargo de cambiar el curso de una historia de la que ella es más paciente que agente. Para un espíritu moderno y weberiano, esta manera de razonar resulta excesiva, puesto que a nosotros nos han dicho desde pequeños que "cada palo aguante su vela" o que "quien la hace la paga". De lo dicho se desprende que asumir su responsabilidad política significa dar la respuesta que mejor convenga al interés colectivo, sea de las generaciones presentes o futuras. Puede tomar la forma de la dimisión o de la permanencia. Lo importante es dar una respuesta a la amenaza que pesa sobre la tierra, la comunicación o la democracia.

Si todavía queremos establecer criterios más precisos para traducir responsabilidad por dimisión, habrá que remitirse, por un lado, a cómo cada cual percibe la incidencia de su actuación en la colectividad y cómo, por otro, la opinión pública expresa esa incidencia. Entre nosotros, y debido quizá a que se confundía responsabilidad con culpabilidad, las dimisiones eran excepción. Por eso ahora se piden signos o gestos de dimisión. Si el dimisionario sirve de chivo expiatorio que exculpe a la colectividad, no serviría de nada. Y aquí todo da a entender que más allá de las graves responsabilidades del Gobierno estamos ante un déficit democrático que nos implica a todos: a los partidos y también a la sociedad. Responsabilidad se traduce aquí y ahora por fortalecimiento de la democracia, que es algo más que ganar o perder unas elecciones.

es director del Instituto de Filosofia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

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