El gran Giulini
Ciclo Orquestas del mundo
Filarmónica de la Scala. Director: C. M. Giulini. Obras de Beethoven, Franck, Ravel y Debussy. Auditorio Nacional. Madrid, 29 y 30 de abril.
Tras la Filarmónica de Múnich, la de la Scala de Milán; después de Celibidache, Carlo María Giulini, glorioso ochentón que da lecciones de nobleza, sensibilidad, elegancia y pureza musicales y humanas. La personalidad de Giulini me recuerda siempre a la de Victoria de los Ángeles: dos vidas para la música con las miras más elevadas, como misión y como aire necesario.Giulini es conmovedor; su comunicación con el público parece dirigida a cada uno de sus oyentes. Su arte humanísimo no es el de un líder, ni el de un conductor espectacular, sino el de un gran señor que siente y habla en primera persona. Tiene pensamiento y mirada propias para todos los estilos y autores, a los que sirve con entera fidelidad. El concepto y la realización poseen en todo momento la máxima elegancia por ausencia de todo exceso y ese misterio que es el acto musical se produce como cosa natural, como algo excepcional. Eso fue su versión de la Séptima sinfonía, de Beethoven, por equilibrada, significante y clarificadora; basta evocar la exposición y desarrollo del primer tiempo o la ordenación rítmica y horizontal del último.
Tuvo Giulini el más bello sonido para la sinfonía de César Franck, supo moderar la elocuencia, iluminar las densidades e impulsar todo el curso de la obra de manera fluvial. Frente a ese mundo grande y orgánico, el preciosismo de detalle, el aniñamiento de la expresión cuajó prodigiosamente en el mágico Ma mère l'oye, de Ravel, para ingresar, después, en el impresionismo, todavía formal, de Claudio Debussy en su tríptico sobre El mar. Plástica, lírica, gestual, multicolor, toda la versión semejaba un hermoso y hondo debate entre las aguas, la luz, el viento y el espacio: naturaleza entre sugerida y real. Por si fuera poco, Giulini agudizó su sensibilidad acústica, literaria y pictórica en el Preludio a la siesta de un fauno, con el que la revolución debussiana irrumpe en la Europa de 1894. El público rindió a Giulini el gran homenaje que merece. A tal señor, tal honor.
Babelia
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