Constantino
Como griego, residente en España desde 1929, leo con penoso asombro las afirmaciones vertidas en el artículo que con el título Ciudadano Glucksburg se publicó en EL PAÍS el 24 del actual.El señor Ordaz destaca la figura del joven rey Constantino (contaba apenas 26 años) rodeado de la Junta de los Coroneles. Omite, sin embargo, intencionadamente desde luego, mencionar que el rey intentó restablecer la democracia mediante un golpe militar el 13 de diciembre de 1967. Intento que, si bien fracasó en tierra, podía haber triunfado con el apoyo de la marina y la aviación que le eran leales. Sin embargo, Constantino, para evitar derramamiento de sangre, optó por abandonar con su familia el país y permanecer desde entonces en el exilio.
El Gobierno actual, en una maniobra para distraer la opinión pública griega de las innumerables aventuras políticas y económicas insolubles, ha encontrado la tabla de salvación en explotar el tema de la nacionalidad de la familia real griega y de sus propiedades. Se vio desagradablemente sorprendido por la entusiasta acogida dispensada el pasado verano a una familia unida, ejemplar, imbuida de genuinos sentimientos griegos, todos ellos hablando un griego perfecto, por parte de una población que está desengañada de tanto desatino, corrupción y demagogia.
Indudablemente, dicha visita alarmó enormemente al Gobierno y ha querido "curarse en salud" para evitar todo intento de visita a la patria, inventándose el método tantas veces utilizado por los regímenes más autoritarios del mundo. No se puede privar de la nacionalidad a ciudadanos que son griegos desde hace cuatro generaciones y cuyos antepasados han vertido su sangre en defensa del suelo patrio, mientras que el actual primer ministro griego, que huyó de Grecia en su juventud por sus actividades dentro del partido al que pertenecía, adoptó la ciudadanía norteamericana emboscándose en la marina de Estados Unidos durante la II Guerra Mundial. Muchos años después fue invitado por el actual presidente de la República Griega a aceptar la cartera de ministro de Coordinación, para lo que, evidentemente, se le ofreció de nuevo la nacionalidad griega.
La arbitrariedad de la privación de la nacionalidad de la familia real griega es manifiesta. Me limito a citar el Convenio de La Haya de 1930. El artículo 15 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que dice así: "Todo individuo tiene derecho a una ciudadanía. Nadie puede ser desposeído de su nacionalidad arbitrariamente ni de su derecho a cambiar de nacionalidad si así lo desea".
Todos estos principios están, por supuesto, recogidos por la Constitución de Grecia. Por otra parte, en virtud del Convenio de Viena, ratificado por Grecia en su día, el título de rey es irrenunciable por la persona que lo ha sido. El argumento esgrimido por los dirigentes griegos de que en Grecia no existen títulos nobiliarios es válido salvo para la persona del rey y los miembros de la familia real helénica, cuyo apellido, Grecia, fue registrado en el Registro Civil de Atenas.
El término Glucksburg es un topónimo y no constituye un apellido, por ello, a mi modo de ver, es inaceptable.-
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