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España y Golo Mann

De todos los hijos de Thomas Mann, es Golo -recientemente fallecido- quien me resulta más atractivo, quizá porque fue siempre el más silencioso y estudioso y también el menos empadrado de todos ellos. De Golo Mann se publicaron en español sus memorias de juventud (Golo Mann, Una juventud alemana, Plaza y Janés, 1989), cuya lectura me atrevo a recomendar a todo aquel que tenga interés por la familia Mann y, sobre todo, por el desgarro social e intelectual que se vivió en el periodo de entreguerras dentro de Alemania.Golo Mann fue historiador e hispanista, todo ello muy a su manera, pero, sobre todo, fue un solitario generoso y convincente.

La tormenta de la guerra, como es habitual en tales tragedias, produjo un cruce de vidas como el que aquí se narra en torno a la frontera franco-española. Allí coincidieron los es pectros de tres figuras, las tres "M", cuyas andaduras no se habían entrecruzado antes: Mahler, Mann y Machado. Golo Mann, que mucho des pués escribiría un hermoso en sayo sobre Antonio Machado, estuvo allí. Pese a la tragedia subyacente, la historia que se narra a continuación no deja de tener su lado paradójico y hasta cómico.

La relación entre las tres "M" comienza con la muerte del poeta sevillano cerca de la frontera francesa en el final de la guerra civil. Pocos meses después, el Ejército del Reich, a la velocidad del rayo, invadió el territorio francés, y los antinazis alemanes exiliados en Francia intentaron salir de allí como pudieron. Algunos quedaron en el camino: el 26 de septiembre de 1940, Walter Benjamin se quitaba la vida en Port Bou. Había dejado escrito: "Sobre un muerto no tiene potestad nadie".

Al inicio de ese mes de septiembre y vagando entre Lourdes y Marsella va una maleta con algunas partituras originales de Gustav Mahler. Una maleta arrastrada, perdida y reencontrada por Alma Schindler, quien era conocida por el apellido de su primer marido, Mahler. Alma, ya entrada en años y en carnes, se había casado en su tercer matrimonio con el escritor judío Franz Werfel, junto a quien intentaba huir hacia España.

"El último día de nuestra estancia en Lourdes", escribió más tarde Alma, "Franz Werfel desapareció durante bastante tiempo. Estuvo en la gruta de las apariciones. Me lo dijo él mismo: "He prometido a la Virgen escribir un libro sobre santa Bernadette si llegamos sanos y salvos a América".

En Marsella, intentando conseguir un visado en el consulado norteamericano, Alma y Franz van a formar un quinteto con Heinrich Mann, el barbudo hermano de Thomas, de casi setenta años, a quien la invasión ha sorprendido en Niza escribiendo una novela sobre el rey navarro Enrique IV de Francia; su nueva esposa, Nelly Kröger, una joven algo alocada, y su sobrino Golo Mann.

El viernes 13 de septiembre, conseguidos los papeles norteamericanos, el quinteto se prepara para salir de Cerbère hacia la frontera española, pero surgen dos problemas. Es día 13 y la supersticiosa Nelly se niega a viajar. Sólo unas bofetadas de su irritado esposo hacen entrar en razón a la joven. El segundo impedimento lo constituyen las maletas de Alma. Golo Mann, porteador casi obligado del equipaje, protesta educadamente. Su tío le apoya airado.

"Y menos mal que no te has traído los planos y maquetas de Gropius y 10 o 12 cuadros de Kokoschka", le dice a Alma.

El arquitecto Gropius y el pintor Kokosclika habían sido, respectivamente, esposo y amante de Alma. Ésta se considera vejada por las frases de Heinrich y se refugia una vez más en el Benedictine, lo que retrasa algunas horas la salida.

Con la maleta de Maliler a cuestas, y no sin dificultades, el quinteto pasa a España, Barcelona y luego Madrid. Desde Madrid viajan en avión a Lisboa. Finalmente, un vapor-griego, el Nea Hellas, les llevó a Nueva York. Ya en California, Heinrich Mann -que había escrito El ángel azul antes de la guerra- comenzó a trabajar para la Warner Bros a 125 dólares por semana, hasta que se hartó de aquella vida de oficinista.

Poco tiempo después Nelly se suicidó. La vida de Heinrich Mann fue amarga en Estados Unidos, siempre a la sombra de su hermano. Al final, apenas escribía. Sus últimas líneas componían un artículo necrológico en recuerdo del hermano de Golo, Klaus Mann, quien se había suicidado, tras varios intentos fallidos, el 21 de mayo de 1949 en un hotelucho de Cannes, frente al Mediterráneo. Heinrich murió de un derrame cerebral en su casa de Santa Mónica el 12 de marzo d6 1950. "La luminosidad del jardín se había apagado. El mundo dormía paralizado, como en las noches en que estallaban sus catástrofes, aunque ahora estemos cansados y depongamos ya la palabra", tal era el final de su última novela, El aliento, que publicó en Amsterdam meses antes de su muerte.

Golo Mann volvió a Alemania en 1945 vistiendo el uniforme del Ejército americano. La desolación ante su patria destruida le hizo volver a California, donde fue profesor de Historia en el Claremont Men's College. En 1957 fue nombrado catedrático de Ciencia Política, primero en Münster, luego en Stuttgart. Más tarde se instaló en Kilcliberg, al lado de Zúrich, donde ha muerto.

Werfel cumplió su promesa y escribió de un tirón La canción de Bernadette. De la primera edición se vendieron 300.000 ejemplares. La Twentieth Century Fox compró los derechos, y la virginal Jennifer Jones -a la sazón esposa del actor Robert Walker y amante de David O. Selznick, el productor de la Fox- interpretó el papel de la espiritual campesina con toda la convicción que fue capaz de reunir. Ganó un oscar.

En agosto de 1945, Werfel murió de un ataque cardiaco. A su entierro acudió todo Hollywood, pero Alma no estuvo presente: "Jamás voy a esos actos", dijo. Pero sí ordenó lo que había de introducirse en el ataúd, cumpliendo, según ella, el deseo de su recién fallecido esposo.

A Werfel se le vistió de esmoquin, y al lado de su cuerpo se depositaron varios pañuelos y una camisa de seda como improbable muda. Bruno Walter tocaba el órgano mientras todos esperaban el discurso fúnebre del franciscano Georg Moenius, pero éste no pudo pronunciarlo, pues Alma había querido revisar el texto de arriba abajo y sus anotaciones no llegaron a tiempo.

Alma vivió el resto de su vida tal y como siempre había deseado: a costa de algún hombre que, además, la admirara. Aunque esta vez, la definitiva, más bien se tratara de un milagro. Un milagro de Lourdes, pues aun sin estar catalogado, ¿qué otra explicación puede tener el que un poeta judío, checo y probablemente ateo consiga un éxito millonario escribiendo la lírica histórica de una campesina a quien se le aparece la Virgen?

Se asegura que Dios escribe derecho sobre renglones torcidos, pero habrá de reconocerse que en el extraordinario caso de Alma Mahler la escritura divina resulta difícilmente inteligible.

Joaquín Leguina es presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid.

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