Al césar lo que es del césar
Es imposible que James Newell Ostenberg, alias Iggy Pop, haga lo que hace en escena, a sus 47 años, sólo por dinero. Es impensable que este veterano que ha conocido todas las cloacas del rock a lo largo de su historia reciente, no disfrute con su espectáculo catártico, pleno de sacudidas,electricidad y alaridos que ha caracterizado su larga vida musical. Desde sus principios con los Iguanas a la continuación con los Prime Movers y los Stooges. Desde que en 1968 rompió con violencia la estetica hippie, hasta que se suavizó de la mano de David Bowie, tras un intento de suicidio y una reclusión en un centro siquiátrico que le llevó a cambiar drogas por golf y alcohol por surf.
Hoy, Iggy Pop corre el riesgo de quedarse a vivir en nuestro país. En un periodo de medio año, ya nos ha visitado un par de veces, despertando en ambas pasiones encendidas. Tal vez él haya descubierto recientemente las ventajas del público latino y se sienta cada vez más a gusto
Iggy Pop
Iggy Pop (voz y guitarra), Eric Schermerhorn (guitarra), Hal Cragin (bajo) y Larry Mullins (batería). 3.000 pesetas. Sala Aqualung. Madrid, 25 de abril.
Con el único acompañamiento de tres músicos de aspecto setentero, pero que sonaban juntos como una
apisonadora, el conocido por La Iguana dio un repaso a lo más granado de su repertorio, desde los días del terrorismo sonoro en Detroit hasta el momento presente, en el que parece haber abandonado todos los caminos del suicidio. Con el pecho al aire, como es costumbre en él, daba gusto verle retorcerse a los sones del Raw power; huir desquiciadamente del T. V.
Eye, aporrear la guitarra sin miramientos, para arrastrarnos con Hate.
Vigencia
En estas épocas de desmantelamiento industrial, podemos ver las fábricas de neumáticos de Detroit mientras Iggy Pop canta I wanna be your dog. Este himno al cuero y a loslatigazos parece no perder vigencia con el paso del tiempo. Es como los buenos vinos. Lo mismo ocurre con el swing arrastrado de The passenger. Por no hablar de esa epopeya del aniquilamiento que es Search and destroy.
También hubo momento para las cosas lentas durante su recital en la madrileña sala Aqualung. Iggy Pop llegó a inspirar lástima, mientras cantaba que se sentía Fucking alone. Y vuelta a la alegría y las ganas de vivir con el Lustfor life.
Tras despedirse a los sones de No fun, un rendido público de admiradores madrileños exigió la vuelta del héroe al escenario. Éste, en su . papel de César, se sentía magnánimo y regaló a la plebe con un himno. Nada menos que el Louie Louie, canción totémica de los amantes de los sonidos de garage, popularizada allá en los 60. Se había rendido tributo al César, a La iguana, a Iggy Pop. El año que viene habrá que pagarle más sextercios.
Babelia
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