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Los claveles apuntan hacia Europa

Veinte años después del 25 de abril la sociedad portuguesa mira al continente en lugar de al mar y a sus colonias

Miguel Ángel Villena

En las vísperas del 25 de abril de 1974, cuando los motores de los tanques revolucionarios ya rugían con estruendo, el diario español del Movimiento Arriba publicaba una serie de reportajes bajo el perspicaz título de Portugal en calma. Entretanto, los periódicos afines a la dictadura de Marcelo Caetano se lamentaban amargamente de los pocos votos recibidos por el cantante del país vecino en el festival de Eurovisión. Europa no nos quiere, debieron pensar los jerarcas del régimen inspirado en el famoso lema de Antonio de Oliveira Salazar: "Orgullosamente solos".A 2.000 kilómetros del continente, en las islas Azores el capitán Vasco Lourenço, a la sazón con 32 años, recibía un telegrama, inocente en apariencia y realmente de los que escriben la Historia con mayúsculas. Unas sencillas frases iban a cambiar el devenir de Portugal: "Tía Aurora llegará a Estados Unidos el día 25 a las tres de la madrugada. Un abrazo. Primo Antonio". El familiar no era otro que el coronel Otelo Saraiva de Carvalho, mando perativo de la revolución de los claveles y del Movimiento de las

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Fuerzas Armadas. A los sones de la ya mítica canción Grandola, vila morena varios centenares de oficiales, capitanes en su mayoría, movilizaron a sus tropas para ocupar las principales ciudades y centros neurálgicos de Portugal. Con el apoyo entusiasta y multitudinario de un pueblo, que se lanzó literalmente a las calles, comenzaba una de las revoluciones que suscitó más simpatías en todo el mundo, comenzando por unos españoles que todavía sufrían los estertores de la dictadura del general Francisco Franco.

Desde su modesto despacho de una empresa de importación, Vasco Lourenco, hoy presidente de la Asociación 25 de Abril que reúne a más de 5.000 socios, subraya que la guerra colonial actuó como el principal detonante de la revolución. "Acabar con las guerras coloniales en Angola, Mozambique y Cabo Verde estuvo en el origen de la conspiración. Tras 12 años de conflictos armados en las colonias africanas todas las familias portuguesas contaban con algún muerto o algún herido. Más de 900.000 jóvenes portugueses habían padecido en su propia piel los rigores de una guerra en África. Los oficiales más conscientes nos dimos cuenta de que el final de la guerra y la descolonización exigían una solución política. Una dictadura fascista no podía ofrecer ninguna salida. La instauración de la democracia y las libertades aparecía como fundamental. Ya en la calle, el respaldo popular convirtió un pronunciamiento militar en una revolución".

Veinte años después la sociedad portuguesa ha girado su mirada, enfocada durante siglos a los confines marítimos y a las colonias en América, Africa y Asia, para reposar sus ojos en la Europa comunitaria. Con una democracia parlamentaria asentada, un Ejército en los cuarteles y un Gobierno de centro-derecha, encabezado por Aníbal Cavaco Silva, que aplica una política neoliberal desde 1985, los protagonistas, famosos y anónimos de un 25 de abril relegado al olvido, no ocultan un cierto desencanto.

Ana Merelo, de 44 años de edad, entonces una dirigente estudiantil y hoy una prestigiosa abogada, proclama pese a todo un canto al optimismo. "Aquello por lo que luché en mi juventud se ganó y las puertas se abrieron. Las conquistas jurídicas y políticas, en especial para las mujeres, han sido Inmensas. Terminamos con un fascismo que se había perpetuado durante 48 años y que había sumido al país en la pobreza y en la incultura. Es cierto que las utopías de participación popular y de pujanza de la sociedad civil se han perdido tras años de cavaquismo, pero nuestra generación pecó también de la ingenuidad de pensar que, con el Final de la dictadura, solucionaríamos todos los males. Ahora hay que mirar al futuro y marcarse nuevos objetivos".

La abogada Merelo confiesa que los actores del 25 de abril dejaron la política en manos de los profesionales en lugar de impulsar la sociedad civil. Veinte años después resulta indudable que la efervescencia revolucionaria se ha evaporado. Con los líderes de la revolución en el ostracismo o en la vida privada, los gigantescos murales callejeros de la revolución de los claveles, que han sobrevivido en el puerto de Lisboa, semejan los restos de un naufragio. A sus 68 años, los ojos increíblemente vivos de Rosa Coutinho, el almirante rojo, subrayan sus palabras: "Los militares del 25 de abril fuimos marginados y la participación en la revolución perjudicó posteriormente nuestras carreras. Todos los partidos políticos, sin excepción, nos desplazaron. Es un fenómeno de mala conciencia porque nosotros sacamos las castañas del fuego, pero otros se las comieron". El rostro calvo y sonriente de la revolución añade: "Nuestro retiro también demuestra que nuestro objetivo era traer la democracia a Portugal y no perpetuarnos en una poltrona".

El 25 de abril despejó todos los cielos a un pueblo acostumbrado a siglos de glorias efímeras, de gestas heroicas e inútiles, de ídolos monárquicos con pies de barro. Como dice José Cardoso Pires, uno de los mejores y más traducidos novelistas de Portugal, "cuando nacía un niño portugués ocho siglos de Historia le pesaban como una losa". Autor de un relato sobre la per-

Los claveles apuntan hacia Europa

plejidad de la libertad tras la revolución titulado Qué vas a hacer ahora José? Cardoso Pires comenta: "Hasta el 25 de abril la inmensa mayoría de nuestra historia hablaba de represión y no conviene olvidar que la Inquisición portuguesa se prolongó más tiempo que la española". Pero las dictaduras dejan huellas y marcas en la economía y en la política, en la cultura y en los modos de vida. Nostálgico de las primaveras de abril, este novelista amigo de España admite: "El 25 de abril transformó los modos de vida y garantizó las libertades y los derechos del pueblo. Esa lección no se puede olvidar".Un castillo de naipes

"Sin duda, sin duda", contesta Vicente Jorge de Silva, el director del diario Publico, uno de los rotativos más prestigiosos de Portugal, cuando se le pregunta si su país mira a Europa. "El salazarismo murió por dentro y se derrumbó como un castillo de naipes. Bastaba soplar para derribarlo. El 25 de abril está muy marcado por el sentimiento europeísta y marcó el principio de una época. Así el Finisterre de un país pequeño como Portugal dejó de mirar al mar y a sus colonias africanas para volcarse en Europa".

La europeización del antaño orgulloso y aislado Portugal se nota incluso en las calles y plazas, en los comercios y en las tiendas, en los hábitos juveniles y en la invasión económica de marcas extranjeras.

Resignados a convertirse en una sociedad de servicios y de turismo, la mayoría de portugueses está convencida de que no existe más alternativa que la Unión Europea, con sus luces y con sus sombras. De hecho, la economía portuguesa lleva siete años creciendo por encima de la media comunitaria y esa bonanza procede, en gran medida, de los fondos comunitarios. Portugal recibe 800 millones de pesetas diarios de la Unión Europea.

Reducida en los últimos años a festejos institucionales o testimoniales, la mágica fecha del 25 de abril ha destapado en su 20º aniversario la curiosidad de los veinteañeros y el recuerdo de los que ya peinan canas. A fuego cruzado entre una derecha que trata de manipular su significado y unos protagonistas devorados por la Historia se alzan voces serenas como la de Vítor Constancio, actual comisario de la capitalidad cultural europea de Lisboa. "El 25 de abril", dice este socialista que fuera gobernador del Banco de Portugal, "supone nuestra transición a la democracia. Ya ha pasado una generación y conviene mirar los hechos con una cierta distancia. Hemos de discutir su significado sin apasionamiento. Por ello, debemos convertir el 25 de abril en la gran fiesta de la democracia. Nadie debe patrimonializar la revolución de los claveles, el 25 de abril ya es patrimonio de todos los portugueses".

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